martes, 3 de febrero de 2009

Un Oscar justo

Creo que me aficioné a la ceremonia de los Oscar casi al mismo tiempo que aprendí a multiplicar y dividir. No me equivoco si afirmo que no me he perdido ni una sola ceremonia en los últimos 18 años, que ya sea por televisión pública (qué tiempos aquellos), de pago o incluso por radio, la noche más glamourosa del cine es ya para mí, año tras año, una cita absolutamente obligada. Sin embargo, pese a toda esa fidelidad, creo que se cuentan con los dedos de una mano las ocasiones en las que realmente salí satisfecho del reparto de los premios. Que títulos tan míticos como "Seven" o "El sexto sentido" no se llevaran ni un solo galardón, que "Brokeback Mountain" perdiera a última hora el Oscar a la mejor película en detrimento de la simplemente correcta "Crash" o que títulos como "Infiltrados" ganaran unos premios que no merecían sólo por compensar a su "siempre olvidado" director, son ya cosas que pesan demasiado a la hora de valorar positivamente estos premios. Sin embargo, y pese a todo ello, hubo algunos años en los que se hizo verdadera justicia con los títulos que se presentaron a la ceremonia. El año 2005 fue uno de ellos, el año en que "Million Dollar Baby" se alzó como triunfadora absoluta de aquella noche.

Dirigida e interpretada por un magistral Clint Eastwood, protagonizada por una oscarizada Hilary Swank (por este papel también premiada) y por un Morgan Freeman que demostraba de nuevo lo grande que podía ser cuando elegía bien los papeles, la historia que aquí nos contó Eastwood nos dejó a más de uno aplaudiendo tras los créditos.

Su carga amotiva no se limitaba a su desarrollo final. Muchos criticaron aquel giro argumental que hacía de ésta dos peliculas en una, pero pocos parecieron comprender que el dramatismo de este título comenzaba a los pocos minutos de iniciarse el metraje. Aún recuerdo muchas de las frases imborrables que el personaje de Freeman pronunciaría en esta cinta, así como fui capaz de entender y casi sentir el sufrimiento y amor paternal que Eastwood prodigaba hacia una Swank que era ya algo más que su pupila.

Un título emotivo, impactante y magistral que mereció todos los galardones en la noche más glamourosa, una de las pocas veces en las que el tío Oscar hizo justicia.

Místico

No hay comentarios:

Publicar un comentario