lunes, 9 de febrero de 2009

Absolutamente desgarradora

En ocasiones uno siente la necesidad de hablar de un título como éste, más aún cuando la primera vez no se le hizo demasida justicia. Y digo esto porque yo fui uno de aquellos que condenaron esta película al poco tiempo de verla. Tuvieron que pasar unos cuantos años y quizá tener la predisposición y madurez necesaria para entender la grandeza de esta cinta. "Los puentes de Madison" es una película compleja, y no me refiero precisamente a su argumento: sencillo y sin giros inesperados. Su complejidad radica en los sentimientos que transmite, en unos sentimientos enfrentados que suponen uno de los mayores conflictos con los que puede encontrarse un ser humano: hablo de la lucha eterna entre su corazón y su razón.

Interpretada de forma magistral por una siempre brillante Meryl Streep, por un "más humano que nunca" Clint Eastwood y dirigida por este último, esta cinta consigue, pese a su lento ritmo (o quizá precisamente gracias a él), que nos identifiquemos con unos personajes de un modo pocas veces visto en una pantalla. "Los puentes de Madison" es sentimiento en estado puro, es entender aquello que llaman "amor" y convertirte en parte activa de todos y cada uno de los momentos que en esta cinta se viven.

La escena final de un Eastwood llorando bajo la lluvia y una Streep dudando ante la decisión más importante de su vida ha pasado ya a la historia del cine. Pocas escenas cinematográficas han conseguido con tanto silencio y con tan sólo un cruce de miradas transmitir tantas emociones de tan alta carga dramática. Una obra maestra que no fue justamente reconocida (una vez más) por los Académicos de Hollywood. En 1995 todas las nominaciones fueron para "Braveheart", "Apolo XIII" y "Babe: El cerdito valiente". Habría que ver si, en el caso de astronautas y cerditos, las emociones que pudieron transmitirnos ambas películas en su metraje completo podrían siquiera aproximarse a lo que "Los puentes de Madison" consiguió con sólo una de sus escenas.

Místico

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