martes, 31 de marzo de 2009

La más terrorífica de todas las cintas

La verdad es que resulta complicado hablar de una película como ésta. Al menos lo es evaluarla de un modo ciertamente objetivo cuando fue (y creo que en el fondo lo sigue siendo) la causa de algunas de la peores pesadillas de mi más tierna infancia. Recuerdo que la vi por primera vez a una edad muy temprana y, quizá por este motivo, algunas de sus imágenes quedaron grabadas para siempre en mis por aquel entonces jovencísimas retinas.

"La matanza de Texas" fue una película importante dentro de un género. Y es que hablamos del primero de los títulos de lo que se ha venido conociendo como terror teen, aunque manteniendo, claro está, unas cuantas diferencias frente al más actual terror para adolescentes. La más importante de ellas sería sin duda su enorme carga de realismo. Dado que hablamos de una producción de bajo presupuesto rodada en 1974, nos encontramos con una cinta cuya textura, iluminación e incluso planificación nos acercan en cierto modo al cine más casero. Esto hace que nos creamos aún más si cabe lo que en la misma se nos ofrece, así como quisimos creer en su momento que lo que aquí se nos contaba estaba "basado en hechos reales", cuando en el fondo la cinta de Tobe Hooper tan sólo se inspiraba (al igual que otros títulos como "Psicosis" o "El silencio de los corderos") en ciertas formas de conducta del psicópata americano Ed Gain.

Leatherface o cara de cuero se convirtió gracias a esta película (y por muchos méritos propios) en todo un icono mediático, así como en uno de los personajes cinematográficos que más respeto infundaría en toda la historia del cine. Se dice que los actores protagonistas de esta película apenas tuvieron contacto con el actor que lo encarnaba (Gunnar Hansen), pretendiendo con ello asustarse de verdad en las escenas que compartían con él. Yo no sé si ellos lo lograron, lo que sé seguro es que a mí sí me asustó... ¡Y hay que ver de qué manera!

Místico

lunes, 30 de marzo de 2009

El nacimiento de un nuevo cine en España

Creo firmemente que esta película marcaría un "antes" y un "después" en nuestro cine más español. Es posible que otros títulos ya hubiesen abierto el camino para ello, un camino que llevaría a entender nuestro cine de un modo diferente al tratado hasta la fecha, pero fue Alejandro Amenábar y su ópera prima "Tesis" los que se alzaron como abanderados absolutos de tan necesario cambio. Quizá fuese por el género que trataba, tan poco habitual en los proyectos de la época; tal vez la diferencia radicase en su ritmo, tan inusual en lo que a producciones patrias se refería o quizá lo diferente lo encontrábamos en su planteamiento, donde los diálogos eran una mera excusa para hacer avanzar la historia... pero el caso es que "Tesis" lo cambió todo.

La película, protagonizada por una "recuperada" Ana Torrent y un desconocido Eduardo Noriega, supuso un brillantísimo punto de partida para uno de los directores más talentosos que había dado nuestro cine pero, como buena ópera prima que era, también estaba salpicada de bastantes errores. Podríamos hablar por ejemplo de ciertos fallos en el guión, los cuales dejaban claro que el mismo estaba escrito por gente muy pero que muy joven: desarrollo con varios finales, diálogos tan "americanizados" que resultaban poco convincentes, soluciones rápidas e injustificadas a situaciones complejas... (¿alguien entiende de dónde salía el cuchillo con el que Ángela se liberaba de las cuerdas en aquel famoso garaje?). Errores que no sólo se plasmaron en el guión, sino también especialmente en la dirección de los propios actores. Por aquellos tiempos Amenábar era un director mucho más técnico que artístico y esto se notaría especialmente en el trabajo de Fele Martínez, cuyo interesante personaje era absolutamente destrozado por un intérprete que injustamente ganaría el Goya al mejor actor revelación aquel año.

Toda estas erratas (en cierto modo lógicas) no desmerecieron en absoluto el mérito de la película, una cinta que se convertiría en la absoluta sorpresa de la edición de los Goya de aquel año. Y es que "Tesis" no sólo conseguía dejarnos una incómoda inquietud tras su sufrido visionado, sino que analizaba como pocas películas lo hicieron nuestros instintos más morbosos, haciéndonos entender una vez más que, cuando se sugería y no se mostraba, los efectos conseguidos podían ser absolutamente sobrecogedores.

Místico

viernes, 27 de marzo de 2009

Argumentalmente impactante

"Flores en el ático" fue un título que sin duda marcaría mi infancia. Y lo hizo por varios motivos, aunque uno de ellos se me antoja absolutamente prioritario: su desgarrador guión basado en la exitosa novela de V. C. Andrews.

En aquel momento (dado que hablamos de un título de serie B mucho más apto para pases en televisión que para grandes salas) resultaba casi imposible hacerse con una copia de la cinta, por lo que asistir a un segundo visionado de la misma resultaba una tarea muy pero que muy compleja. Este hecho sólo serviría para incrementar aún más el mito que en mí estaba naciendo hacia ella.

En los últimos años (gracias a ese internet al que tanto debemos algunos) pude reencontrarme de nuevo con esta cinta y he de reconocer que la valoración hacia la misma se modificó sustancialmente... Y se modificó en cuanto a calidad técnica se refería, porque si hablamos de la historia en sí a mí, personalmente, me seguía poniendo los pelos de punta...

Casos recientes como el del "monstruo de Amstetten" (tristemente famoso en nuestros días) me hicieron revivir de nuevo esta cinta. Y aunque la realidad superará siempre a la ficción (ninguna película podría igualar jamás la historia del monstruo austriaco) los artículos de este último caso me trajeron una vez más este título a la cabeza.

Actores sobreactuados y un guión con bastantes fisuras no desmerecen en absoluto el argumento de una película que sobrecoge como pocas. Y sobrecoge porque atenta contra los principios básicos sobre los que se sustenta no sólo nuestra sociedad, sino en cierto modo también las reglas implícitas de un cine que ha intentado evitar algunos temas "tabú" a lo largo de toda su historia: inexistencia del instinto maternal, mortalidad infantil, incesto...

Una película, en definitiva, que difícilmente podría pasar indiferente a nadie y que, pese a su baja calidad, dispone de muchos elementos (argumentales todos) para quedar grabada en nuestro recuerdo por mucho pero que mucho tiempo...

Místico

jueves, 26 de marzo de 2009

Una película hecha a medida


Ésta fue una de las películas más apropiadas para el lucimiento de Julia Roberts, un título de 1997 hecho a la absoluta medida de la megaestrella del momento que, como no podía ser de otro modo, "la novia de América" no dejó escapar.

"La boda de mi mejor amigo" es una comedia romántica un tanto extraña. Y es que en esta cinta (y no creo que a estas alturas estropee el final a nadie) la "chica" no sólo no termina con el "chico", sino que además la protagonista de la historia, a través de la cual vivimos toda la trama, es en este caso la "mala" de la misma. Un punto de vista ciertamente original que supuso el reencuentro de Julia Roberts con un género al que debía tanto y que nunca en un título como en éste ("Pretty Woman" aparte, claro) se había lucido de un modo tan acertado. Aquella melena rojiza y rizada que tanto había enamorado a Richard Gere volvía ocho años después a encandilar a millones de fans repartidos por todo el planeta. Y lo hacía acompañada de unos actores que, aunque en cierto modo estaban eclipsados por ella, supieron estar a su altura. El que más juego dio fue Rupert Everett. El personaje de amigo gay de la heroina resultaba de un peso tal que trascendía el concepto de personaje secundario, un divertidísimo segundo partenaire de la Roberts que dejaba explotar toda la vis cómica que atesoraba el actor inglés. Cameron Díaz, en su papel de adorable novia del protagonista, nunca resultó tan encantadora en ninguna cinta (como diría el propio personaje de Julia Roberts en este film: "Si no tuviese que odiarla, la adoraría") y Dermot Mulroney demostraba con este título que no sólo Richard Gere poseía aquella química tan brutal con la protagonista de "Elegir un amor".

Una historia divertidísima, con unos personajes más divertidos aún y una canción para el recuerdo... ¿A quién no le ha venido alguna vez a la cabeza aquel "I Say a Little Player (For You)" cuando estaba aburrido sentado a la mesa?



Místico

miércoles, 25 de marzo de 2009

El claro ejemplo de cine catastrofista

En el año 2006 se estrenó el remake de esta película, una nueva versión en la que cambiaban los personajes pero no la historia. Más de tres décadas separaron ambos títulos y todo una evolución la que sufrieron en ese tiempo los llamados efectos especiales, que valieron para que "Poseidón", el remake de la película de la que hoy hablo, resultase cuanto menos una apuesta entretenida. El fuerte ritmo que se imprimió a esta segunda cinta, el cual no permitía un segundo de descanso entre secuencia y secuencia, quizá tuvo algo que ver en todo ello...

Sin embargo, y pese a que su remake tampoco desprestigiaba en gran medida al original, la película de 1972 titulada "La aventura del Poseidón" era simplemente irrepetible (no en vano su revisión contaba con distintos personajes).

Claro ejemplo del cine catastrofista de los años 70 ("El coloso en llamas", "Terremoto"...), esta película protagonizada por Gene Hackman no sólo poseía unos efectos especiales soberbios para la época de la que hablamos, sino que además, disponía de un conjunto de personajes tan interesante que uno sentía cada pérdida como casi propia. Un buen ritmo, donde escenas de alta intensidad se combinaban con otras mucho más sosegadas (clara diferencia con el remake), una buena dirección artística (algunas de sus secuencias se rodaron a bordo del RMS Queen Mary), un trabajo actoral convincente y un momento para el recuerdo (el de la inversión del barco) hicieron de esta película todo un clásico en el cine de su década.

La cinta ganó dos Oscar: por sus efectos especiales y por su canción ("The Morning After"). Toda una oportunidad para reencontrarse con ese cine catastrofista de los años 70 que tanto se popularizó en aquella década.

Hasta aquí el repaso cinematográfico de hoy. Marcho a comer a un Foster's Hollywood. Buena tarde a todos.

Místico

martes, 24 de marzo de 2009

Un conjunto magistral

Corría el año 2001. "La Comunidad" se presentaba como favorita indiscutible de los premios Goya. Quince eran las nominaciones que acumulaba la obra de Álex de la Iglesia, que contaba, además, con un respaldo enorme tanto de crítica como de público. Era difícil imaginar otro resultado aquella noche que no fuese el del triunfo indiscutible de la película de Carmen Maura. Sin embargo, contra todos los pronósticos, una conmovedora ópera prima titulada "El Bola" le arrebataba el protagonismo en una noche que dejó a los aficionados un cierto sabor agridulce. Ocho años después uno sigue pensando que en algunas ocasiones este tipo de premios se deberían partir por la mitad. "El bola" me emocionó (de hecho en breve hablaré de ella), pero la película de Álex de la Iglesia es de ésas que engrandecieron en su momento el cine de nuestro país. Y los motivos por los que lo hizo fueron muchos y muy diferentes...

Podríamos hablar de su historia, de ese cómic cinematográfico de humor negro tan magistralmente narrado; podríamos hablar de sus interpretaciones, con una Carmen Maura a la cabeza que no se dejaba eclipsar por unos secundarios tan soberbios que por sí mismos ya componían una sola película; podríamos hablar de su calidad técnica, absolutamente brillante, donde sus efectos especiales, fotografía, dirección artística, etc. componían un todo que sólo podía catalogarse de genial; podríamos hablar del buen ojo de Álex de la Iglesia en una realización que ya de antemano se antojaba compleja; podríamos hablar de muchas cosas, pero lo que está claro es que ésta es una de esas obras que engrandece aún más si cabe nuestro mejor cine español.

La cinta, finalmente, sólo se alzó con tres premios: A la mejor actriz protagonista (Carmen Maura), al mejor actor de reparto (Emilio Gutiérrez Caba) y a los mejores efectos especiales. Una verdadera lástima teniendo en cuenta la calidad de la misma en todos los demás apartados...

Místico

lunes, 23 de marzo de 2009

Tiempo de dinosaurios

Se podrían decir muchas cosas de esta película, pero una cosa seguro es cierta: "Parque Jurásico" marcó la historia del cine o, más concretamente, la historia de sus efectos especiales, pues éste fue el primer título en el que el concepto de "efecto digital" cobró su significado más absoluto.

La cinta, basada en la novela de Michael Crichton, se presentó al gran público en 1993 y causó un grandísimo revuelo en diferentes campos. Uno de los que más dieron que hablar fue el propiamente científico. Aún faltaban tres años para que Dolly (aquella famosa oveja que sería el primer mamífero clonado) naciera inmersa en la mayor de las polémicas, pero en este 93 la película de Steven Spielberg ya había abierto la veda de numerosas especulaciones que alimentarían páginas y páginas de revistas y periódicos, las cuales buscaban respuestas a aquel nuevo concepto llamado "clonación".

Tanta polémica e innovación tecnológica no podían tener otro efecto que el de engordar la taquilla de una película que en su primer fin de semana de exhibición ya engrosaría la friolera de 82 millones de dólares, desbancando a "E.T. El extraterrestre" como la película más taquillera de la historia del cine. Su recaudación a nivel internacional superaría la cifra de 557 millones, de los cuales 250 irían a caer a manos del propio Spielberg.

En su momento leí el libro en el que se basó esta película y he de reconocer que la adaptación del mismo me resulta bastante digna, que los efectos digitales por todos conocidos los concibo absolutamente sobrecogedores y que, en definitiva, "Parque Jurásico" es uno de esos títulos que engrandecen aún más si cabe la historia de un arte polémico como pocos.

Se ha hecho tarde. Habrá que pedir algo de comida a domicilio. Buena tarde a todos.

Místico

miércoles, 18 de marzo de 2009

La vuelta de un viejo género

El musical es sin duda uno de los géneros más "especiales" de todos cuantos componen el arte del cine. No son excesivamente habituales en nuestros días, por lo que el efecto de visionar alguno de ellos se hace algo extraño para aquel que no está excesivamente acostumbrado al cine clásico. El "interrumpir" una historia para cantar una canción o marcarse unos números de baile puede resultar incluso incómodo para el profano en este género. Sin embargo, en determinadas ocasiones, surgen largometrajes como éste cuyos numeros musicales no sólo están plenamente justificados, sino que además hacen avanzar la historia, la continúan...

"Chicago", la película de Rob Marshall ganadora del Oscar en 2002, es un buen ejemplo de esto último. Un musical "necesario" cuya entretenida trama continúa en cada uno de sus números musicales. Un buen ritmo para una buena película que supuso el espaldarazo definitivo para Renée Zellweger y Catherine Zeta-Jones (a esta última de hecho le valió el Oscar) y el relanzamiento de un Richard Gere que llevaba ciertamente anquilosado desde su inolvidable "Pretty Woman".

La cinta, que se hizo con seis de los 13 Oscar a los que aspiraba (entre ellos el de mejor película) ironizaba sobre la frivolidad de la fama y de los medios de comunicación, de una fama a la que resultaba muy sencillo llegar (tan sencillo como matando a un hombre) y de unos medios sensacionalistas que olvidaban a sus estrellas con la misma rapidez que las encumbraban, conviertiéndolas de este modo en verdaderas víctimas de su propia soberbia y ambición. Un musical con ciertos toques de humor negro totalmente recomendable incluso para aquellos no demasiado acostumbrados a este género.

Místico

martes, 17 de marzo de 2009

La más impropia de las justicias

Aún recuerdo el visionado tan incómodo que sufrí con esta película. Aún recuerdo esa primera fila en la que nos tuvimos que sentar por llegar tan tarde y desde la que tuvimos que asistir a los 120 minutos de metraje de la misma. Eso lo recuerdo perfectamente, pero también recuerdo las lágrimas que nos tuvimos que secar tanto mis acompañantes como yo durante los créditos finales. Y resulta curiosa esta sensación cuando lo que se está lamentando aquí es el castigo recibido por un auténtico monstruo (o al menos así era como lo sentíamos al comienzo de la cinta). Curiosa sin duda y digna de análisis...

Tim Robbins se hacía al frente con "Pena de muerte" de la que ya sería su segunda película en labores de dirección, y para ello contaba con dos pesos pesados en cuanto a interpretaciones se refiere: un Sean Penn al que siempre estuvo unido por cuestiones políticas y su propia esposa, una Susan Sarandon que a la postre se convertiría en ganadora del Oscar por esta interpretación.

Basada en el libro "Dead Man Walking", escrito por la Hermana Helen Prejean (consejera espiritual del reo condenado a muerte Patrick Sonnier), entiendo este drama carcelario de 1995 como la mejor obra hasta la fecha de Robbins como director. Su lento ritmo, tan cuestionado por algunos, se hacía necesario si lo que se pretendía aquí era cambiar el punto de vista de aquel que visionaba la película, haciéndonos entender que, independientemente de la atrocidad cometida, el arrebatar la vida a un hombre no debería ser algo que se decidiese nunca un ningún tribunal. Para ello eran necesarias las palabras, eran necesarios muchos silencios, muchas miradas... Y Tim Robbins entendía mucho de todo esto.

Brillantes como no podía ser de otro modo Sean Penn y Susan Sarandon y ciertamente destacables las labores de Tim Robbins en una dirección en la que no suele prodigarse demasiado... ¡Una verdadera lástima!

Por hoy es más que suficiente. Un Vips me espera. Buena tarde a todos.

Místico

lunes, 16 de marzo de 2009

Un bello y triste cuento de fantasmas

En el año de su estreno hubieron de establecerse muchas comparaciones entre esta historia y la que Alejandro Amenábar nos presentaba allá por el 2001 titulada "Los Otros". Si tenemos en cuenta que estamos hablando de las dos películas más taquilleras de la historia de nuestro cine, los paralelismos y comparaciones eran más que inevitables. Unos paralelismos que en cierto modo siempre estuvieron ahí, pero que se tenían que haber limitado mucho más a su estética que a su propio argumento (pese a que ambos títulos se desarrollasen entre caserones y fantasmas). Hace meses dejé clara mi admiración por la tercera película de Amenábar, clara constancia de lo importante que fue para mí descubrir este título cuando aún estaba naciendo mi fanatismo por el director de "Tesis". Esa misma admiración podía haber hecho que mi evaluación hacia esta cinta estuviese manchada de escasa objetividad, pero creo que la propuesta que en su momento nos hizo Bayona difería tanto de la cinta de Nicole Kidman que sería contraproducente juzgarlas y evaluarlas con el mismo rasero.

"El Orfanato", aquel bello y triste cuento gótico de fantasmas que supuso el espectacular pistoletazo de salida en la carrera de Juan Antonio Bayona y que confirmaba la valía que para el cine tenía Belén Rueda, poseía ese halo de misterio propio del género, revitalizado por una cuidada puesta en escena, donde fotografía y dirección artística aumentaban de forma notable la calidad de la película. Sus buenas interpretaciones le valieron también para subir la fuerte carga dramática de la cinta, una cinta dura pero que, como todos los cuentos, nos regalaba un final con cierto tono esperanzador.

"El Orfanato" poseía una doble lectura: aquella fría, dura y real, que nos hablaba únicamente del desequilibrio psicológico de una madre que acaba de perder a su hijo y esa otra mucho más bella y esperanzadora en la que fantasmas, sueños y personajes de Peter Pan nos regalaban un mensaje final que apuntaba a la esperanza. Que cada uno elija el suyo. Yo hace ya tiempo dejé de creer en sueños y fantasías por lo que, tristemente, me tengo que quedar con el primero...

Místico

viernes, 13 de marzo de 2009

La comedia romántica que marcó una década

Sí, lo reconozco: soy fan de Julia Roberts. Pero no cualquier tipo de fan. Yo soy un fan en mayúsculas, uno de esos que si algún día se la encontrasen por la calle posiblemente se tuviesen que sujetar a una farola para no caerse al suelo. Hace ya un tiempo le dediqué un post bastante amplio a la que ya considero un mito de nuestros días y esta mañana, porque lo considero oportuno, le dedico otro a la película más importante ligada a su nombre (o al menos debería serlo para ella) porque fue la que sirvió para catapultar al estrellato a la hermana pequeña de Eric Roberts, a esa joven que había sido nominada a un Oscar por encogernos a todos el corazón en la quizá excesivamente pastelona "Magnolias de acero".

Pensarlo pone los pelos de punta, pero han pasado ya 20 años del estreno de esta película, 20 largos años en los que hemos revivido una y otra vez muchos momentos de la misma. Su famosa banda sonora, aquella tarde de compras por las tiendas más caras de la ciudad de Los Ángeles, el divertido momento en el restaurante, la secuencia final en las escaleras de incendios con ramo de flores incluido... son tantas las secuencias que forman ya parte del recuerdo colectivo, que un título como éste tenía que ocupar un espacio destacado dentro de este blog.

Absolutamente espectacular la química entre Richard Gere y Julia Roberts, química que provocaría el reencuentro de ambas estrellas diez años después (mismo director incluido) en la fallida "Novia a la fuga". En esta ocasión el reencuentro no tuvo los frutos esperados. Los motivos de este resultado pudieron ser muchos: porque la historia resultaba insípida, porque algo entre ellos se había roto ya de forma definitiva o simplemente por la famosa premisa de "segundas partes nunca fueron buenas"... pero el caso es que la química entre ambos ya no era la misma. Una verdadera lástima teniendo en cuenta los suspiros que levantó esta comedia a lo largo de toda la década de los 90...

Místico

El primero de los pasos

Eran comienzos de los años 80. Recuerdo que estaba nervioso porque en pocos minutos entraría en aquella enorme sala de la que tanto me habían hablado. Y es que iba a verla por fin: la película más fascinante de todas las que un niño podía ver en ese momento (o al menos eso era lo que decían las colecciones de cromos, pegatinas y muñecos tan de moda aquel año). Y la iba a ver además en aquella enorme televisión, ésa que me habían dicho era más grande incluso que las que se podían ver en los escaparates de las tiendas de mi barrio. Mi madre y mi hermano mayor me acompañaban y eran testigos directos de mis nervios cuando las luces se apagaban y comenzaba el primer trailer...

Así podría resumir mi experiencia con "El Retorno del Jedi": uno de los títulos más especiales de mi vida porque fue (y han pasado ya unos cuantos años de eso) la primera película que vi dentro de un cine.

Está claro que el lazo sentimental que me une a este título me dificultaría en gran medida la valoración objetiva del mismo. Me limitaré a apuntar que, para mí, el universo fantástico de la tercera entrega de la saga "Star Wars" resultó ser el más completo de los que compusieron esta trilogía. Los mágicos universos que se plasmaron en la misma, donde habitaban las criaturas más singulares que uno era capaz de imaginar, se alzaron como el broche perfecto para una trilogía que se había ganado ya su propio hueco en la historia del cine. El mejor punto de partida para un niño que comenzaba a sentir la más joven de las artes y que daba con este título el primero de los muchos pasos que habría de dar dentro de una sala de cine.

Místico

jueves, 12 de marzo de 2009

El escenario perfecto para el nacimiento de un mito

"Vacaciones en Roma" fue la película que vio nacer a todo un icono cinematográfico. Las calles de la bella ciudad italiana asistieron como testigo a la eclosión de una de las figuras más importantes que el cine podría darnos en todo el siglo XX. Y es que, por primera vez en su carrera, Audrey Hepburn se convertía en protagonista de una cinta y lo hacía, además, de la mano de una de las estrellas masculinas más importantes de aquel momento: Gregory Peck.

"Vacaciones en Roma" era una historia de amor hecha a medida del nuevo talento, un guión que se alzaba por sí mismo como la antítesis al cuento de la Cenicienta, pero cuya magia y romanticismo le valieron no solo un Oscar, sino también un hueco en el corazón de muchos espectadores. "La joven princesa Anna, cuya vida superficial y llena de lujos ya no le llenaba en absoluto, optaba por escaparse una noche de su jaula de oro para sentir aquella vida mundana que tanto le atraía. En su aventura se enamoraba de un hombre "del pueblo", el cual desconocía completamente la verdera identidad de la joven que acababa de recoger en la calle..."

Este título, además, supondría toda una innovación en lo que a rodaje de exteriores se refiere. Hasta aquella fecha (estamos hablando de 1953) no era excesivamente habitual rodar en exteriores reales, sino en decorados preparados por el estudio que simulaban las diferentes localizaciones necesarias para la historia. El director del film (William Wyler) entendía que Roma debía ser un personaje más de la cinta, por lo que renunció a rodar en escenarios ficticios a riesgo de complicar con ello el tiempo de rodaje de la propia película.

Han sido varias las veces que he visto este título y en todos los casos me terminó emocionando su secuencia final. Aquel cruce de miradas entre los dos protagonistas, que deben simular no conocerse pero cuyos ojos dicen todo lo que no expresan sus palabras, es de ésas que te ponen un nudo en la garganta. Un derroche de química la que mostraron estos dos actores ante una cámara que inmortalizaría para siempre, como pocas películas lo hicieron, la bella ciudad de Roma.

"Vacaciones en Roma" (con permiso de "Sonrisas y lágrimas") es la película favorita de la persona "más paciente" que hay en este mundo: mi prima. Vaya dedicado este post con todo mi cariño a ella.

Místico

miércoles, 11 de marzo de 2009

El más puro estilo Almodóvar

Cuando uno ve "Mujeres al borde de un ataque de nervios" (y más si lo hace después de visionar los últimos trabajos de Pedro Almodóvar) comprende hasta dónde podía llegar la genialidad y originalidad del manchego allá por la década de los 80. Está claro que Almodóvar ha madurado (y mucho). Es posible que su modo de narrar sea ahora más pulido, que hile mucho más fino en determinados planteamientos y que la "calidad" de sus películas sea mucho mayor, pero yo echo de menos al Pedro de aquella década, a ese Pedro callejero y transgresor que tanto nos gustaba a muchos.

El universo Almodóvar jamás quedó tan bien plasmado en ningún otro título como en éste. Un absoluto derroche de originalidad, de color, de un despropósito tal que ver esta película es comprender la magia que tiene el cine. Unos personajes tan excéntricamente geniales que pocas veces han vuelto a ser igualados.

Recuerdo especialmente a Candela, aquella neurótica amiga interpretada por una divertidísima María Barranco, acosada por aquellos terroristas chiítas que tanto juego dieron en esta película. Y la recuerdo con especial cariño porque me despertó tantas carcajadas que aún hoy sonrío cuando la recuerdo, pero "Mujeres al borde de un ataque de nervios" supuso el absoluto lucimiento de Carmen Maura. Ninguna actriz entendió tanto al Almodovar de aquella época como ella. Una verdadera lástima que acabase su relación de aquella forma tan brusca... por mucho que años después se volviesen a reencontrar en "Volver".

Místico

martes, 10 de marzo de 2009

Cuando el azar se impone a la justicia

La visión que Woody Allen tiene de las relaciones personales es cuanto menos digna de atención. Han sido muchos los títulos que, con ese toque irónico que tanto le caracteriza, nos han hecho reflexionar a lo largo de nuestras vidas, haciéndonos identificar con unos personajes que sólo en la mano del neoyorquino podrían ser tratados con tantísimo acierto.

El caso de "Match Point" (la primera cinta rodada en su totalidad fuera de su querida ciudad de Nueva York) es sin duda uno de los más especiales. Su moraleja final, aquel metafórico partido de tenis que envuelve toda la historia, el sentimiento que nos transmiten unos personajes que no son tan ajenos a nosotros mismos como quisiésemos pensar... todos estos elementos hacen de la película de Allen una de las claves para entender que la genialidad de una cinta radica en muchas ocasiones en lo que de la misma podemos aprender, en lo que nos enseña, en lo que nos hace reflexionar... Y en todo eso "Match Point" aprueba con nota.

Una reflexión sobre lo importante del azar en una vida despojada de Dios, en un mundo donde la justicia se limita a la suerte de que una pelota (o un anillo) caiga a uno u otro lado de la red. Las reflexiones de Nietzsche en palabras de Allen y uno de los mejores títulos del año 2005.

Místico

lunes, 9 de marzo de 2009

El amargo sabor de una reflexión

En ocasiones uno ve un título como éste y sale del cine con un sentimiento amargo. La sensación es aún más extraña si durante la primera hora y media de metraje no ha parado de reir ante lo que prometía ser una película divertida. Y es que "Bwana" es una título ciertamente engañoso. Las carcajadas que nos provoca la mayor parte del mismo quedan absolutamente congeladas ante su secuencia final, un sentimiento degarrador de absoluto dolor ante la reflexión que el mismo nos despierta una vez han comenzado los títulos de crédito.

Y es que "Bwana" habla de una parte de nosotros mismos de la que no nos sentimos demasiado orgullosos, pero que no por ello existe en un grado menor. Lo hace además de un modo directo, sin flitros, por lo que el impacto si cabe es aún mayor. "Bwana" habla de cobardía, del egoismo innato de los hombres y de su incapacidad de empatizar si ello requiere la pérdida de su propia seguridad. Nunca un título como éste nos había enseñado de un modo tan cierto que el hombre, en el fondo, nunca dejó de estar solo.

Unas localizaciones sin demasiadas pretensiones, un guión sencillo y unas buenas interpretaciones de Andrés Pajares y María Barraco convirtirieron a esta cinta de 1995 en una de las mejores apuestas de Imanol Uribe. Uno de los últimos títulos destacados en la filmografía de sus dos actores protagonistas.

Místico

viernes, 6 de marzo de 2009

El caso que cerró Alcatraz

La historia que narra esta película es de las que ponen los pelos de punta. Nuestros escalofríos son sin cabe aún mayores cuando pensamos que el guión de "Homicidio en primer grado" no está sacado de la imaginación de ningún guionista, sino que narra acontecimientos reales que acontecieron años atrás en la tristemente famosa prisión de Alcatraz. Y es que, una vez más, la crueldad humana parece no conocer límites. Una historia escalofriante como pocas que narra el castigo al que fue sometido uno de los internos de la prisión al intentar escapar de ella. Condenado a permanecer durante años en una celda de aislamiento cuando la ley solo permitía un máximo de 19 días, éste fue uno de los casos que provocó el cierre definitivo de una cárcel que ha sido escenario de infinidad de películas.

Brillantes Christian Slater y Gary Oldman, pero más brillante aún si cabe un Kevin Bacon que consigue que nos metamos en la piel del protagonista, haciéndonos comprender lo que tuvo que sufrir aquel ser humano encerrado en un cuarto oscuro durante gran parte de su vida.

"Homicidio en primer grado" es otro de esos títulos que uno no llega a comprender por qué no tuvieron más repercusión en el año de su estreno, pero que comprende aún menos cómo pudo caer tan fácilmente en el olvido cuando ésta es para mí una de las mejores películas carcerlarias que se han hecho en la historia del cine.

Místico

Un homenaje a 13 ángeles rojos

Películas sobre la Guerra Civil ha habido muchas. Sin duda éste ha sido el tema más socorrido a la hora de construir guiones en nuestro cine y una de las fuentes de inspiración más poderosas a lo largo de los años. Esto es absolutamente cierto y poco se puede añadir. Sin embargo, no todas las producciones fueron iguales, no todas nos contaron las mismas historias y, especialmente, no todas nos emocionaron de la misma manera.

"Las 13 rosas", la película de Emilio Martínez Lázaro (basada en el libro "Trece rosas rojas" de Carlos Fonseca) fue para mí una de las mejores películas del año 2007. Es posible que el tema que trataba (de altísimos niveles de dramatismo) facilitase en gran medida la valoración positiva de una película que en su recta final nos arrancaba las lágrimas como pocos metrajes supieron hacerlo, pero también es cierto que su cuidada producción se volcó en unos elementos (fotografía, dirección artística, banda sonora...) que reforzaron cada una de sus secuencias para conseguir una obra absolutamente poética.

De las actrices que interpretaron a las jóvenes fusiladas se podría decir muchas cosas. A mí, personalmente, me convencieron. Hay que tener en cuenta que la mayor parte de las protagonistas reales de esta historia eran simples niñas, jóvenes menores de edad cuya implicación en las Juventudes Socialistas en algunos casos era meramente anecdótica. Esta inocencia quedaba claramente reflejada en unas interpretaciones convinecentes donde nada desentonaba o se encuentraba fuera de lugar. Absolutamente destacable el trabajo de Pilar López de Ayala, que contaba en esta película con el personaje más complejo de todos ellos: la rosa diferente de aquel ramo, la rosa que, simplemente, era de otro color.

Una película para emocionarse, para sentir y, especialmente, para entender lo absurdo de una guerra que jamás tuvo que haberse producido.

Dedicado a todos y cada uno de esos trece ángeles rojos.

Místico

jueves, 5 de marzo de 2009

Las teorías de Platon en tiempos de ordenadores

Cuando pienso en "Matrix" pienso en un título que marcaría en mi vida momentos de reflexión. Debo reconocer que en un principio juzgué mal a esta película. Su apariencia de cinta futurista, donde los efectos especiales cobraban un protagonismo claro, parecían ocultar en una primera instancia una filosofía escondida que muchos, al principio, no llegamos a captar. Había oído hablar de ella, me la habían recomendado en muchas ocasiones, pero lo que había visto en los trailers se me antojaba tan vacío de contenido que no me resultaba nada atractiva la propuesta de su visionado.

En 1999 se estrenó esta película, pero tuvo que pasar un año para verla por primera vez... y reconozco que me sorprendió. Está claro que sus efectos especiales (ganadores por cierto de un Oscar) tenían un gran protagonismo en la cinta, que hablamos de un título de ciencia ficción con alta carga de acción y bla bla bla... pero "Matrix", además de todo esto, tenía mensaje.

La película de Keanu Reeves suponía una adaptación de las teorías filosóficas clásicas llevadas a un terreno futurista: el mito de la caverna de Platon en la era de los ordenadores, los hackers y la inteligencia artificial. Un título que hacía pensar, que cuestionaba el concepto que teníamos de realidad y ponía en tela de juicio todo lo que hasta esa fecha conocíamos, que nos hacía comprender el poder de nuestra psique y los efectos que la nueva era podía tener en la misma. Dos años antes un jovencísimo Alejandro Amenábar ya nos había hecho reflexionar sobre esto mismo en su brillante "Abre los ojos", pero aquí la propuesta se hacía mucho más desgarradora.

A nivel técnico, sus cuatro Oscar ya hablan por sí solos, del mismo modo que la revolución que supuso en el cine su bullet time o tiempo bala (acción congelada mientras la cámara continua en movimiento) quedó también reflejada en otra producciones posteriores que utilizaron dicha técnica.

Y es que, en ocasiones, películas como ésta te enseñan que el momento más oportuno para juzgar una cinta es justo después de sus créditos finales.

Místico

La película "maldita"

Quizá ésta sea una de las películas que más leyendas y mitos ha despertado a lo largo de toda la historia del cine. Y es que los acontecimientos que se desarrollaron durante y tras el rodaje de la cinta han pasado ya por méritos propios a los anales de la historia más negra del cine estadounidense. Pero lo que nunca debemos olvidar es que "La semilla del diablo", por encima de leyendas y mitos, fue una película brillante, con un pulso excelente y muy pero que muy bien narrada.

Roman Polanski, que un año después del rodaje de esta película perdería a su mujer embarazada a manos del psicópata Charles Manson (la cual tenía un pequeño papel en esta película), debutaba en el cine americano con esta adaptación de la novela de Ira Levin. Mia Farrow, casada por aquel entonces con un Frank Sinatra que a mitad del rodaje solicitaría su divorcio, fue la actriz elegida para encarnar a la sufrida protagonista. La oposición de Sinatra a la carrera de Farrow hizo que ésta en algunas ocasiones le suplicase a Polanski la rescisión de su contrato, acto ante el cual el director le mostraba algunas secuencias ya rodadas de la película y le aseguraba que de continuar con el proyecto ese año sería nominada al Oscar como mejor actriz. Esta "jugada" de Polanski conseguiría mantener a Farrow dentro de la película, pero la nominación, como bien es sabido, nunca llegaría a producirse. De hecho, muchas de las lágrimas que vemos del personaje de Rosemary son lágrimas reales de la propia Farrow ante los papeles de separación que Sinatra le hacía llegar al set de rodaje. El edificio donde se desarrollaría toda la trama (el hoy popular edificio Dakota de Nueva York), además de contar con multitud de leyendas negras acerca de fantasmas en su interior, es hoy célebremente conocido por convertirse dos años después en el escenario callejero del asesinato de John Lennon...

Está claro que las leyendas que circulan en torno a esta película "maldita" son muchas, y es posible que esto suceda con gran parte de las cintas que tratan temas satánicos como "El exorcista" o "La profecía", pero lo que está también claro es que este título tiene una fuerza especial. Su fama quizá le venga de ahí, pero es de recibo reconocer que "Rosemary's Baby" o "La semilla del diablo" es una propuesta que, salvo en su tramo final que quizá considero innecesariamente explícito, posee ese clima de intriga y sutileza narrativa que consigue, gracias en parte a una interpretación soberbia por parte de Mia Farrow, transmitirnos una inquietud que a día de hoy, 40 años después de su estreno, a muchos nos sigue angustiando enormemente.

Místico

miércoles, 4 de marzo de 2009

El justo reconocimiento a la figura de un héroe

Grandes producciones en la historia del cine ha habido muchas. Producciones épicas que invirtieron una gran cantidad de dinero en un despliegue de medios tal que resultaba difícil no sucumbir al encanto de los mismos. Estamos hablando de grandes proyectos que en la mayoría de los casos triunfaron en las taquillas (cines como el Kinépolis podrían dar buena fe de ello) pero que en muchas ocasiones dejaron de lado algo fundamental en cualquier metraje que se precie: la historia que nos contaban.

"Braveheart", el título que nos presentaba Mel Gibson allá por el año 1995 y que conseguía el Oscar a la mejor película esa misma edición, se caracterizaba por todo lo contrario. La historia que aquí se nos narraba nos aproximaba a un personaje real con espíritu de héroe cuya vida resultaba tan fascinante que no era nada difícil sucumbir a la misma.

Es de recibo reconocer la brillate tarea de Gibson en la dirección (pese a ser un personaje al que no guardo en ninguna estima) y la calidad técnica de una película cuya fotografía, dirección artística y ambientación la convirtieron en digna triunfadora de los Oscar de aquel año (y eso que sigo sin entender aún muy bien el por qué de la estatuilla al mejor maquillaje). Una calidad técnica que no desmerecía ante ciertos errores propios de películas como ésta, vease alguna que otra furgoneta en la lejanía de un plano o a varios extras en una actitud ciertamente chocante durante el transcurso de alguna batalla.

Lo que está claro es que la fuerza de "Braveheart" radica en William Wallace, lider nato y auténtico héroe que llevó a Escocia hacia una libertad que en su caso le costaría su propia vida. Los instantes finales de la cinta, pese a su fuerte dramatismo, se suavizaron bastante en este metraje. Y es que los últimos minutos en la vida de William Wallace fueron si cabe aún mucho más terroríficos y desgarradores de lo que Mel Gibson nos mostró en la, hasta la fecha, mejor de sus películas.

Místico

Cuando el corazón no entiende a la razón

Existen películas sencillas, cuya trama parece tan simple que podrían incluso resultar poco atractivas a los ojos de muchos espectadores. Películas cuyo lento ritmo y escasa acción conllevan en muchos casos la falta de interés por lo que en ella se nos cuenta. El argumento de "La flaqueza del bolchevique" es sencillo, muy muy sencillo, pero la complejidad de sentimientos que atesora dentro resulta tan brutal, que el conflicto que la misma nos transmite nos hace comprender que pocas veces una película nos ha aportado tanto. Y es que es mucha la empatía que se necesita para comprender este título, porque el tema que trata es delicado, muy muy delicado...

"La flaqueza del bolchevique" habla de un amor imposible, del amor absolutamente puro y limpio que un desengañado treintañero, cansado ya de todo y desilusionado con la vida, comienza a sentir hacia una adolescente de apenas quince años. Una adolescente que le hará recuperar aquella ilusión que ya tenía perdida y que conseguirá que se reencuentre de nuevo con una vida que ya casi no recordaba. La lucha constante entre su corazón y su razón se contagia a un espectador que siente como propio lo que aquí se narra y que llega a comprender perfectamente la confusión que sufre la atormentada mente del personaje protagonista.

Tratándose de un tema tan delicado (donde jamás se debe confundir pederastia o abusos a menores con los sentimientos de amor puro que aquí se narran), es de reconocer la valentía de Manuel Martín Cuenca al presentarnos una historia tan arriesgada como ésta. Brillante Luis Tosar, pero más brillante aún una desconocida María Valverde de la que todos nos acabábamos enamorando en algún punto de esta película.

Místico

martes, 3 de marzo de 2009

Un magistral punto de partida

Una solitaria carretera, un vulgar turismo y un extraño camión... poco más. Cuando se tiene un telento desmedido estos tres elementos son más que suficientes para recrear una de las historias más inquietantes que el cine nos ha dado en los últimos años. Magistralmente narrada y con un ritmo in crescendo que consigue angustiarnos a medida que avanza el metraje, Steven Spielberg nos dejaba claro con esta ópera prima hasta dónde podía llegar su enorme y joven talento.

Concebida en un principio únicamente para la televisión, las posibilidades que este telefilm de la BBC presentaba hizo que una vez finalizado se plantease su salto a la gran pantalla. Se rodaron para ello algunas secuencias nuevas que convertirían sus 71 minutos iniciales en unos angustiosos 90 minutos suficientes para su proyección en la gran pantalla.

"El diablo sobre ruedas" se convirtió con esto en todo un fenómeno que demostraba una vez más que un presupuesto irrisorio podía ser suficiente para construir una obra maestra y ayudaba a su joven realizador Steven Spielberg a forjar su propia leyenda: acababa de nacer El Rey Midas de Hollywood.

Místico

lunes, 2 de marzo de 2009

Un canto a la vida

Dicen que la realidad supera a la ficción, que no hay historias más duras que aquellas que están basadas en acontecimientos reales. Y es muy posible que sea así. Al menos cuando uno ve un título como "Despertares" entiende que ningún guionista podría inventar una historia tan bella y triste como ésta.

Y es que "Despertares" es belleza y tragedia. Es un canto a la vida que guarda un reverso duro y desgarrador; un canto a la esperanza, a la amistad entre dos hombres que se necesitan mutuamente, al afán por aferrarse a una vida que en ocasiones resulta demasiado desconsiderada con aquellos que la aman. "Despertares" es, en definitiva, un regalo que el cine nos entrega para que valoremos mucho más aquello que en verdad resulta importante.

Obligatorio destacar el trabajo de sus dos protagonistas: el mejor de los posibles Robert de Niro y un Robin Williams que sólo en películas como ésta pudo mostrar el talento que atesora (creo firmemente que el protagonista de "Hook" es el actor más desaprovechado de Hollywood).

Una cinta que emociona como pocas, que nos hace entender la importancia de la vida, nos enseña a valorar cada uno de los instantes que vivimos y a comprender que el amor es el motor necesario que empuja a todos y cada uno de ellos.

Dedicado a los que saben valorar cada uno de esos momentos.

Místico