lunes, 16 de marzo de 2009

Un bello y triste cuento de fantasmas

En el año de su estreno hubieron de establecerse muchas comparaciones entre esta historia y la que Alejandro Amenábar nos presentaba allá por el 2001 titulada "Los Otros". Si tenemos en cuenta que estamos hablando de las dos películas más taquilleras de la historia de nuestro cine, los paralelismos y comparaciones eran más que inevitables. Unos paralelismos que en cierto modo siempre estuvieron ahí, pero que se tenían que haber limitado mucho más a su estética que a su propio argumento (pese a que ambos títulos se desarrollasen entre caserones y fantasmas). Hace meses dejé clara mi admiración por la tercera película de Amenábar, clara constancia de lo importante que fue para mí descubrir este título cuando aún estaba naciendo mi fanatismo por el director de "Tesis". Esa misma admiración podía haber hecho que mi evaluación hacia esta cinta estuviese manchada de escasa objetividad, pero creo que la propuesta que en su momento nos hizo Bayona difería tanto de la cinta de Nicole Kidman que sería contraproducente juzgarlas y evaluarlas con el mismo rasero.

"El Orfanato", aquel bello y triste cuento gótico de fantasmas que supuso el espectacular pistoletazo de salida en la carrera de Juan Antonio Bayona y que confirmaba la valía que para el cine tenía Belén Rueda, poseía ese halo de misterio propio del género, revitalizado por una cuidada puesta en escena, donde fotografía y dirección artística aumentaban de forma notable la calidad de la película. Sus buenas interpretaciones le valieron también para subir la fuerte carga dramática de la cinta, una cinta dura pero que, como todos los cuentos, nos regalaba un final con cierto tono esperanzador.

"El Orfanato" poseía una doble lectura: aquella fría, dura y real, que nos hablaba únicamente del desequilibrio psicológico de una madre que acaba de perder a su hijo y esa otra mucho más bella y esperanzadora en la que fantasmas, sueños y personajes de Peter Pan nos regalaban un mensaje final que apuntaba a la esperanza. Que cada uno elija el suyo. Yo hace ya tiempo dejé de creer en sueños y fantasías por lo que, tristemente, me tengo que quedar con el primero...

Místico

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