viernes, 27 de febrero de 2009

El absoluto e irracional miedo a lo desconocido

Son muchas las leyendas que circulan en torno a esta cinta. Quizá cuando se trata un tema tan delicado como éste y más aún cuando una película como ésta se estrena en la época que lo hizo ella, sólo es necesario añadir la imaginación de un público no acostumbrado a este tipo de historias para conseguir un resultado ciertamente sorprendente. Y es que en 1973, cuando se estrenó "El exorcista", se dice que muchos tuvieron que abandonar incluso la sala de proyección, asustados ante las imágenes que nos proponía un valiente William Friedkin. Hoy día todo se ve distinto, claro está, pero el cine no se puede entender sin el contexto en el que nacieron cada una de sus películas y es de recibo reconocer que "El exorcista" fue valiente como pocas.

Y es que aún hoy esta cinta sigue dándonos miedo... Acostumbrados ya a ver vísceras, sangre y asesinos en serie con máscaras de piel humana como el que contempla una paloma posada sobre un tejado, este título sigue dándonos miedo como pocos. ¿Los motivos? Quizá sean muchos, pero me quedo con el temor de nuestro subconsciente hacia esa parte desconocida de nuestra realidad, hacia la vulnerabilidad de nuestro cuerpo y de nuestra mente ante algunos agentes externos, ya sea una enfermedad física o mental o una entidad desconocida que invade nuestro cuerpo. Si a esto añadimos que la víctima de aquel "mal en estado puro" era una niña de rostro angelical (interpretada por una Linda Blair que jamás consiguió desprenderse de este personaje), entonces el resultado se antoja aún más sobrecogedor. Una vez escuché que en determinadas secuencias se insertaron fotogramas de calaveras para añadir un miedo subliminal a las ya de por sí terroríficas imágenes. Esto es algo que no he podido comprobar, por lo que me abstengo de opinar al respecto.

La magistralidad con la que están tratadas cada una de sus secuencias, con ese ritmo de intensidad creciente, acompañado de unas buenas interpretaciones y una brillante puesta en escena, hicieron de este metraje una referencia en el cine de terror. Su banda sonora (mundialmente conocida), así como su fotografía fueron otras de sus grandes bazas.

Entre sus infinitas curiosidades, me llama personalmente la atención que el personaje de Chris McNeil (interpretado por una sufrida Ellen Burstyn) fuese ofrecido en una primera instancia a Audrey Hepburn, pero la exigencia de ésta de que el rodaje se llevase a cabo en Roma hizo que se descartase a la protagonista de "Desayuno con diamantes" para el papel, dado el alto coste de la exigencia. Un personaje que también fue ofrecido a Jane Fonda, la cual lo descartó por considerar la historia demasiado fuerte para ella.

Una película que cosechó nada menos que diez nominaciones a los Oscar (aunque sólo se hiciese con el de mejor guión adaptado y mejor sonido) y que se alzó como ganadora de los Globos de Oro a la mejor película, al mejor director, al mejor guión y a la mejor actriz de reparto. Una absoluta referencia en el cine de los años 70.

Místico

jueves, 26 de febrero de 2009

Lo que el viento nos dejó


Pocas cosas se pueden decir de una película como ésta que no se hayan dicho hasta la fecha. Y es que esta superproducción de 1939 ha escrito ya con letras doradas muchas líneas en la historia del cine. Ganadora de nueve premios Oscar, su acogida en las salas fue tal que no tardaría en alzarse en su momento como la película más taquillera de toda la historia.

Cuatro horas de duración para un relato grande como pocos que nos dibujaba la historia de unos Estados Unidos bajo el prisma de una heroina cinematográfica vestida con trajes de seda. El paralelismo que vemos entre la historia de cambios de un país y los que estos provocaban en la misma resultaron tan metafóricos que se hicieron incluso poéticos. Y es que "Lo que el viento se llevó" es sinónimo de Scarlett O'Hara: uno de los personajes más interesantes de la historia del cine que veríamos evolucionar de niña a mujer en una historia brillante como pocas. Encarnada por una magnífica Vivien Leigh (elección final tras dos años de casting y 1.400 candidatas), no encontró quizá el mejor compañero de baile para este film. No pondré ahora en tela de juicio el talento interpretativo de Clark Gable, pero lo que sí tengo claro es que la química entre ellos resultaba inexistente. Creo simplemente que no era el galán adecuado para interpretar a Rhett Butler, por mucho que la productora tuviese muy claro que el papel iría para él casi desde antes que comenzara la preproducción. Unos secundarios de lujo suplirían con creces aquel fallo de casting. Sirvan de ejemplo una inolvidable Hattie McDaniel (que se convertiría en la primera actriz de color en recibir un Oscar) y especialmente una inconmensurable Olivia de Havilland que emocionaba y convencía en su papel tanto como la propia Leigh.

Hasta cinco directores estuvieron al frente de un proyecto cuyo rodaje se dilató durante cinco largos meses. Cinco directores de los cuales sólo David O. Selznick aparecería finalmente en los créditos de la cinta. Y es que se podrían citar tantas cosas que hicieron a "Lo que el viento se llevó" la gran obra que hoy día es que no tendría suficiente espacio en este post: su bella fotografía, sus soberbios decorados, aquel guión que adaptaba de un modo tan magistral la novela de Margaret Mitchell, tantas imágenes que nos regaló y que forman parte ya de la historia de la más grande de las artes pero, sobre todo, Scarlett O'Hara y Vivien Leigh... o Vivien Leigh y Scarlett O'Hara, porque hoy, casi 70 años después, estos dos nombres significan ya casi lo mismo...

Místico

miércoles, 25 de febrero de 2009

El arte llevado a su última expresión

Creo que cuando hablamos del "cine como arte", existen diversas películas en la historia del mismo que facilitan al profano el entendimiento de esta afirmación. "Recuerda" no es sólo una de las obras más brillantes de Alfred Hitchcock sino que también podría considerarse la más artística de todas ellas. La interesante historia de intriga que nos cuenta vendría a suponer una más de las muchas que pueblan la filmografía del brillante director inglés, pero el trasfondo de la misma convierte a la obra de 1945 en una de las más diferentes, especiales y mágicas de todas cuantas llegara a realizar tan prolífico director.

El estudio de la psique humana, basándose principlamente en las teorías de Sigmund Freud, se erige como base fundamental en la construcción de la película. "Recuerda" se mueve entre el consciente y el subconsciente, entre lo real y lo onírico, entre aquello que sentimos, que pensamos o que nuestra mente esconde. La bella secuencia que plasma los sueños de un confuso Gregory Peck, que fue creda por el mismísimo Salvador Dalí, son una muestra clara de hasta qué punto puede ser artística esta película.

Un excelente guión, que no dejaba de lado ni por un instante aquella intriga y suspense que tanta fama le habían dado a su director. Brillantes como no podía ser de otro modo Ingrid Bergman y Gregory Peck, pero más brillante aún la tarea en la dirección de un Alfred Hitchcock que con esta película demostraba que su genio no parecía conocer límites.

Místico

martes, 24 de febrero de 2009

Rompiendo con los tópicos de un género

Debo reconocer que no soy muy adepto a la ciencia ficción, que han sido pocos los títulos de este género que realmente me gustaron o en los que pude encontrar algo más que dos horas de entretenimiento frente a una pantalla. Creo que éste es un género del que se podría sacar mucho más partido, pero bien por comodidad o bien por falta de ideas, las propuestas que nos han hecho a lo largo de los años se han limitado a seguir unas recetas ya demasiado conocidas.

"Alien, el octavo pasajero" supuso toda una revolución dentro del género. Una película narrada con maestría y que contó con el apoyo de un público necesitado de nuevas formas de entender el cine. Desgraciadamente, cada vez que una cinta sorprende, surgen un sinfín de título similares que ansían repetir el éxito utilizando los mismos ingredientes que su predecesora. "Alien, el octavo pasajero" también contó con estos imitadores. Lo que olvidan en muchas ocasiones los responsables de estos proyectos es que el éxito de un título no radica en los ingredientes que utilice, sino en la forma de mezclarlos y en eso "Alien" no tenía posible imitador.

Y es que este metraje, además de contar con unos efectos especiales brillantes, supo transmitirnos angustia como ningún otro, utilizando para ello escenarios asfixiantes y claustrofóbicos y haciéndonos temer a una criatura que sólo se nos mostraba en partes, a pequeñas dosis, lo cual acrecentaba aún más si cabe nuestro miedo a ella.

Que el héroe de esta cinta fuese una mujer fue otro de sus grandes aciertos. Y es que en un principio la nave Nostromo iba a ser ocupada íntegramente por hombres, siendo el actor Tom Skerritt el encargado de meterse en la piel del teniente Ripley. De haber sido así es posible que "Alien, el octavo pasajero" no hubiese tenido tanta trascendencia, pero Ridley Scott tenía talento, y escapando de convencionalismos y clichés, optó porque fuese una mujer la encargada de plantar cara a la más terrible de todas las criaturas. La encargada de ello sería la actriz Sigourney Weaver, no demasiado conocida en aquel momento pero que cumplía con creces los requisitos físicos necesarios para el papel. Qué diferente hubiese sido esta historia si Tom Skerrit se hubiese convertido en el partenaire de aquella extrana criatura, ¿verdad?

Dedicado a un buen seguidor de este blog.

Místico

lunes, 23 de febrero de 2009

Entendiendo el significado del miedo

Hablar del género de terror es hablar hoy de un género sin prestigio. Durante muchos años (especialmente en los últimos veinte) la gran mayoría de producciones que se han hecho en este campo han ido destinadas a un consumo rápido, sin pretensiones, casi como se consume una hamburguesa en un local de bandeja de plástico. Y es que el nacimiento de nuevos subgéneros (como el terror teen) no han hecho más que empeorar una situación que ya de por sí se presentaba delicada. No debemos olvidar, no obstante, que existieron grandes títulos que encumbraron este género a cotas que en el siglo XXI parecen poco alcanzables. "Al final de la escalera" fue sin duda uno de ellos.

Esta película de 1979 nos hizo pasar miedo, mucho miedo. Y lo hizo de un modo muy distinto al actual: el miedo psicológico de encontrar una pequeña puerta al final de una escalera, de saberla cerrada, de entender que nadie en muchos años la ha abierto y que nosotros, cuando lo hagamos, nos encontraremos con todo aquello que quedó dentro cuando la puerta se cerró. Y conoceremos el miedo que podrán transmitirnos unas telarañas cubriendo muebles antiguos, de una habitación donde aún parecen resonar los ecos de otra época, donde aún se podría escuchar la respiración de sus antiguos habitantes, donde tras una silla de ruedas cubierta de polvo aún podríamos ver la silueta del niño que antaño la ocupó...

Místico

viernes, 20 de febrero de 2009

El intento fallido de una vuelta al pasado

"Gladiator" fue una de esas películas que intentó resucitar un género muerto. Fue una brillante apuesta de Ridley Scott por devolver a las películas de romanos la fuerza que otrora tenían, pero lamentablemente, pese a que el resultado de la cinta resultó brillante, el objetivo no fue conseguido. Creo que en esto de los géneros, como en todo, el éxito de uno u otro depende de las épocas y de los momentos. Años atrás este tipo de películas cobraban todo su sentido, cuando una gran parte de nuestra sociedad era extremadamente cristiana y se identificaba de lleno con aquellos mártires que tenían que verse devorados por la fiereza de un león. En el siglo XXI, en cambio (pese al renacer de las películas épicas gracias en gran parte a la trilogía de "El Señor de los Anillos"), romanos, emperadores y cristianos se habían vuelto a llenar de polvo.

Y que conste que "Gladiator" es una excelente película (o al menos a mí me lo parece), que su historia (pese a permitirse muchas licencias con repecto a los personajes reales en los que se basaba) es de ésas que enganchan, que sus actores están espléndidos y que su ambientación (pese a que en determinados momentos de la cinta podamos ver algún que otro pantalón vaquero o incluso un carro de "Pepsi") se me antoja tremendamente lograda.

"Gladiator" fue una cinta emotiva, interesante, con tremenda fuerza... un título, en otras palabras, muy bien hecho. Contar con Ridley Scott tras la cámara tuvo que ser esencial para ese resultado final, del mismo modo que las soberbias interpretaciones de Russell Crowe y Joaquin Phoenix (pocas veces tan brillantes como aquí) ayudaron a dar fuerza y convicción a una historia que a muchos nos dejó con un incómodo nudo en la garganta durante los créditos finales.

Otra título merecedor del Oscar a la mejor película.

Místico

jueves, 19 de febrero de 2009

El título que renovó un género

Fue la primera película de este género que ganó el Oscar a la mejor película (y hasta ahora también la última). Fue del mismo modo, junto con "Alguien voló sobre el nido del cuco" y "Sucedió una noche", el único título que se alzó con los cinco premios más importantes de la ceremonia (película, director, actor, actriz y guión) y fue, ante todo, la cinta que renovó todo un género, que creó una escuela y que dió un significado nuevo al término "thriller psicológico".

Cuando estudiaba cine (hace ya unos cuantos años) me hablaron de la importancia del "sugerir más que mostrar". Me enseñaron que la psique humana tendía a ir siempre más allá de lo que sus ojos le mostraban, por lo que si algo no se enseñaba pero en cambio sí se sugería, los efectos que se conseguían en el espectador podían ser sobrecogedores. "El silencio de los corderos" llevó esta regla a su máxima expresión. Éste es un título en el que realmente se muestran pocas cosas, pero se sugieren muchísimas. La angustia que nos produce la cinta no se debe tanto a lo que vemos como a lo que sí podemos imaginar.

Soberbia su parte final, con aquella lineas temporales paralelas tan poco habituales en la época; sobrecogedor y angustioso el encuentro final de Clarice Starling con Buffalo Bill, entre terrorífica oscuridad y gafas de visión nocturna y extrañamente bellas y poéticas las secuencias que compartieron Jodie Foster y Anthony Hopkins a través de rejas y cristales. Todo en ejercicio de maestría por parte del director (Jonathan Demme) y un título que marcaría para siempre la carrera de sus dos protagonistas.

Una película que marcó la historia de un género y, por extensión, la de todo el cine.

Místico

miércoles, 18 de febrero de 2009

El romanticismo de un genio llamado Hitchcock

Que una película clásica protagonizada por dos actores de la talla de Cary Grant e Ingrid Bergman tendría que ser buena, resulta casi una obviedad. Si para colmo la misma está dirigida por el maestro Alfred Hitchcock, entonces es posible que ya estemos hablando de una "obra maestra". Esto en principio debería ser así pero, por desgracia, el mago del suspense también tuvo títulos para el olvido y Bergman y Grant no siempre emocionaron en una pantalla de la misma manera. ¿Qué quiero decir con esto? Pues muy sencillo, que "Encadenados" tenía todo a su favor para convertirse en una obra de culto, que tenía muchos ingredientes para ser considerada con los años una obra maestra y que si así lo consiguió (porque ya lo creo que lo hizo) no fue sólo por contar con tres de las personalidades más importantes de aquel momento.

Su guión, uno de esos guiones que raramente se han vuelto a escribir en nuestros tiempos modernos, nos llevaba a una historia de espionaje, intriga, toques de cine negro y emoción en cada página difíciles de igualar. Una película rabiosamente romántica, que emocionaba de un modo no demasiado habitual en una pelicula de este género, una emoción plasmada en los ojos y el alma de una Bergman que nos llegaba tanto como años atrás en su mítica "Casablanca" y en un Grant que una vez más nos mostraba parte de su enorme talento. La pereja convencía, la historia nos llegaba y Hitchcock se apuntaba otro tanto que levantaría un poco más el mito en el que se acabaría conviertiendo.

Místico

martes, 17 de febrero de 2009

Un merecido homenaje para 40 grandes héroes

11 de septiembre de 2001. El mundo entero se paralizaba ante un acontecimiento que marcaría para siempre la historia de nuestro siglo. El planeta al completo quedaba sobrecogido ante las imágenes que televisiones de todo el mundo reproducían de forma ininterrumpida. Las "Twin Towers", símbolo de Nueva York, caían ante millones de ojos aterrorizados en lo que suponía el mayor atentado terrorista de la Historia de la humanidad. Estaba claro que semejante capítulo quedaría también plasmado en el cine. Lo único que hacía falta era esperar el tiempo suficiente para que se cicatrizasen algunas de las heridas...

Cinco años después, Hollywood presentaba a todo el planeta dos producciones basadas en aquella trágica mañana. Una de ellas (el "World Trade Center" de Nicolas Cage) absolutamente olvidable. La otra ("United 93") digna merecedora de todos los reconocimientos.

Teniendo en cuenta lo delicado del tema a tratar, Paul Greengrass se sumergía de lleno en uno de los grandes interrogantes del 11-S: los acontecimientos que se desarrollaron en el interior del avión estrellado en Pensilvania y que podría ir dirigido a la Casablanca o el Capitolio.

Sinceramente, dudo que la realidad se asemejara a lo que nos narró esta película. Dudo muchas cosas con respecto a esta fecha, pero lo que tengo claro es que "United 93" alzó merecidamente a la categoría de héroes a unos pasajeros que debieron haber tomado otro vuelo aquella mañana. La angustia que Paul Greengrass consiguió transmitirnos con su "United 93" (narrada casi en tiempo real) podría asemejarse a una pequeña parte de lo que en algún momento pudieron sentir aquellos que iban a bordo del fatídico avión ("una pequeña parte" porque sería imposible plasmar algo así en ninguna película). Y digo esto con el infinito respeto que para mí merecen todos los pasajeros del vuelo 93 de United Airlines, que sin duda es muchísimo.

La obra de Greengrass tuvo la aprobación de los familiares de las víctimas una vez se hubo proyectado la película para ellos. Y es que creo firmemente que todos y cada uno de los planos se rodaron con el mayor de los respetos hacia todas ellas, víctimas a cuyos familiares quisieron conocer los actores de la cinta antes de encarnar a dichos personajes. Qué sucedió minutos antes de estrellarse el avión es algo que ninguna película podrá contestar, pero "United 93" sirvió al menos para que el mundo tomase conciencia de que hubo otras muchas víctimas aparte de las que murieron en las Torres Gemelas.

Valga desde aquí el homenaje para todos y cada uno de ellos.

Místico

lunes, 16 de febrero de 2009

El drama fantástico del corredor de la muerte

Creo que mi postura al respecto ha quedado bastante clara en otros post: adaptaciones para la gran pantalla de novelas de Stephen King ha habido muchas, pero buenas películas resultantes, muy pero que muy pocas. En 1999 pudimos acudir, afortunadamente, al estreno de una de ellas.

Protagonizada por un siempre efectivo Tom Hanks y recreando a lo largo de más de tres horas de metraje una dramática historia carcelaria, "La milla verde" es una de esas películas que engancha al mismo tiempo que emociona. La brillantez narrativa de la cinta delata que esta película está dirigida por Frank Darabont, un director que en 1994 ya tuvo una experiencia similar llevando a la gran pantalla otra novela carcelaria de King titulada "Cadena Perpetua". Y es que el perfecto ritmo narrativo de ambas obras deja claro que Darabont ha sido el realizador que mejor ha entendido y entiende al genio de Stephen King (ambos se volvieron a encontrar el año pasado en "La Niebla" , película vista por un servidor en Cinebox Plaza Norte)

Pero no todos son halagos para esta cinta. A "La milla verde", en mi opinión, le falló su final. Y en este caso no creo que la culpa sea siquiera del propio Darabont, sino de una historia original de King que, una vez más, se le terminó escapando de las manos. Hablamos de una película cuyos personajes están tan perfectamente construidos, su carga dramática resulta tan brillante y algunos de sus diálogos tan perfectamente escritos, que se hacía innecesario ese giro final tan fantástico.

Destacable el actor Michael Clarke Duncan y destacable también la última escena que comparte con el siempre sufrido Tom Hanks. El diálogo de "despedida" que mantienen ambos actores en el interior de la celda es de esos que uno recuerda (o llora) durante mucho pero que mucho tiempo. Un brillante título, en definitiva, para una gran historia.

Místico

viernes, 13 de febrero de 2009

Cuando el asesinato se convierte en expresión artística

Muchas fueron las películas que, a partir del éxito de "Seven", intentaron relanzar un género más de moda que ninguno en los años noventa. Me refiero a aquel que había sido reinventado años atrás por "El silencio de los corderos" y que los espectadores de todo el planeta parecían reclamar en títulos que no estuvieron nunca a la altura de estas dos grandes referencias. Obras como "El coleccionista de amantes", "Copycat" o "Resurrección" hicieron el intento, pero ninguna de ellas conseguiría siquiera aproximarse al clima de angustia, tensión y magistral realización de las obras de Jonathan Demme y David Fincher.

En 1999, sin embargo, Phillip Noyce nos presentaba un oscuro thriller protagonizado por una joven Angelina Jolie y por un siempre carismático Denzel Washington que fue, a mi justo parecer, la única que supo aproximarse a lo que los espectadores tanto demandaban por aquel antonces. "El coleccionista de huesos" supuso, para los que amábamos este "nuevo" género, un reencuentro con Buffalo Bill o John Doe, un reencuentro con ese asesino en serie de extrema inteligencia y fetichismo extremo que conseguía transmitirnos miedo y admiración a partes iguales. La contínuas pruebas a las que iba sometiendo a sus fustrados perseguidores, unida a la magistralidad de la puesta de escena de todos y cada uno de los asesinatos, consiguieron que este título no fuera uno de tantos condenados a caer en el olvido. Quizá falló el final, demasiado inverosímil como para estar a la altura de ninguna de las dos "grandes" anteriormente citadas. Aún así, prefiero quedarme con todo el conjunto.

Y es que no hay una sola vez que suba a un taxi que no recuerde en algún momento la secuencia inicial de este título. Gracias a Dios que hasta la fecha a ningún taxista se le ha ocurrido colgar un mono en miniatura del retrovisor de su coche... al menos ninguno de aquellos con los que yo haya montado... Gracias a Dios.

Místico

jueves, 12 de febrero de 2009

Despertando sentimientos muy positivos

Me gusta "Sonrisas y lágrimas". Sé de sobra que a uno lo pueden tachar de sensible, de aficionado a los "pastelones" o a saber de qué cosas más, pero es que a mí me gusta "Sonrisas y lágrimas". Y la razón por la que me gusta es muy sencilla: me hace sentir bien. Éste es uno de esos títulos que cuando uno los ve no sólo disfruta durante su proyección, sino que incluso horas después su recuerdo me sigue despertando sentimientos positivos. Y eso es muy importante. Si el cine consigue eso, si una obra logra eso, merece todo el reconocimiento.

Sus pegadizas canciones resultan difíciles de olvidar. ¿Quién no recuerda aquella escala musical que Julie Andrews, guitarra en mano, utilizaba con aquellos niños vestidos con cortinas para enseñarles el modo de construir canciones? ¿Quién no recuerda a todos aquellos niños jugando con almohadas y enumerando las cosas que les hacían sentir bien mientras se entonaba una inolvidable "My favorite things"?

Basada en un musical de Broadway que al mismo tiempo se basó en la historia real de la Famila Trapp (sí, la Familia Trapp existió), esta película no sólo ganó el Oscar en 1965 a la mejor película y al mejor director (Robert Wise), sino que también se erigió en su momento como la película más taquillera de la historia del cine. Y cuando eso sucede, por algo será...

Y aunque es la primera vez que lo hago en este blog, dejo aquí uno de los momentos musicales que más me gustaron de la cinta. Ésta es una de esas secuencias que me hacen sentir bien. Me siento en la obligación de tener que compartirla...



Místico

miércoles, 11 de febrero de 2009

La extrema dureza de un título poético

Hablar de "La lista de Schindler" no es en absoluto fácil, como tampoco juzgar esta película de un modo objetivo cuando lo que se narra en la misma nos llega del modo que lo hace ella. Muchas han sido las películas que nos han contando, con mayor o menor acierto, la dureza vivida en los campos de concentración y exterminio judío y todas ellas, a poco que nos contaron, consiguieron tocarnos la fibra más sensible. Hablamos de un capitulo tan grotesco de nuestra historia, tan absolutamente espeluznante, que no resulta difícil arrancarnos una lágrima a poco que nos esbocen cuatro líneas de lo que allí sucedió.

"La lista de Schindler" es por tanto una película dura (durísima), que consigue arrancarnos la lágrima en multitud de ocasiones y ponernos los pelos de punta en otras muchas. A pesar de ello, si su único mérito hubiese sido éste, la cinta no merecería mayor atención, pero estamos hablando de una obra maestra y es que el genio de Steven Spielberg, pese a ser judío y sentir esta película como pocos otros directores podrían sentirla, no se conformó sólo con eso. Tomando muchos riesgos (un metraje de más de tres horas de duración y en blanco y negro), Spielberg consiguió presentarnos toda una obra poética que encumbraba y homenajeaba la figura de Oskar Schindler como una de las pocas almas donde aún latía un corazón humano. Su desgarradora banda sonora, su lenguaje simbólico (aquella niña del vestido rojo que Schindler ansiaba salvar en el cartel de esta película), el poder de las miradas de Liam Neeson y Ralph Fiennes, la fuerza del blanco y negro, la absoluta visceralidad de una parte final que nos encogió el corazón para siempre... Tantos momentos para recordar, tantas instantes memorables, tanta sensibilidad y respeto en cada una de sus secuencias que es de recibo encumbrar este título más allá de su merecido Oscar a la mejor película. ¡Enhorabuena, Spielberg! Y eso que venía de rodar Parque Jurásico...

Místico

martes, 10 de febrero de 2009

El sensible retrato de una trágica enfermedad

Cuando llega el momento de hablar de un título como éste, uno no tiene muy claro que es lo que habría que destacar primero, si el brillante trabajo de Russell Crowe interpretando a un personaje complejo como pocos o la magistralidad de Ron Howard al presentarnos esta emotiva historia desde el difícil punto de vista de su protagonista: un enfermo esquizofrénico de inteligencia sobrenatural pero extrema sensibilidad.

"Una mente maravillosa" es una película bella, emotiva, que narra la biografía de un personaje real: el matemático ganador del Premio Nobel John Forbes Nash. Una película que derrocha sensibilidad en cada fotograma y que nos presenta una enfermedad del mejor modo que se puede mostrar la misma: haciéndola sentir, experimentándola en la propia piel del personaje protagonista. El grandioso giro argumental que experimenta esta película a mitad de su metraje (que nos recuerda en parte a lo que Torcuato Luca de Tena nos narraba en su brillante "Los renglones torcidos de Dios") nos deja a muchos comprendiendo aún mejor la tragedia de esta enfermedad.

Brillante también Jennifer Connelly (vista recientemente en "Ultimatum a la Tierra"), cuya química con Crowe resulta más que evidente. Un excelente título, en definitiva, que fue absoluto merecedor del Oscar a la mejor película en el año 2001. Algunos pensaron que el premio le quedaba grande. Afortunadamente, yo nunca fui uno de ellos.

Místico

lunes, 9 de febrero de 2009

Absolutamente desgarradora

En ocasiones uno siente la necesidad de hablar de un título como éste, más aún cuando la primera vez no se le hizo demasida justicia. Y digo esto porque yo fui uno de aquellos que condenaron esta película al poco tiempo de verla. Tuvieron que pasar unos cuantos años y quizá tener la predisposición y madurez necesaria para entender la grandeza de esta cinta. "Los puentes de Madison" es una película compleja, y no me refiero precisamente a su argumento: sencillo y sin giros inesperados. Su complejidad radica en los sentimientos que transmite, en unos sentimientos enfrentados que suponen uno de los mayores conflictos con los que puede encontrarse un ser humano: hablo de la lucha eterna entre su corazón y su razón.

Interpretada de forma magistral por una siempre brillante Meryl Streep, por un "más humano que nunca" Clint Eastwood y dirigida por este último, esta cinta consigue, pese a su lento ritmo (o quizá precisamente gracias a él), que nos identifiquemos con unos personajes de un modo pocas veces visto en una pantalla. "Los puentes de Madison" es sentimiento en estado puro, es entender aquello que llaman "amor" y convertirte en parte activa de todos y cada uno de los momentos que en esta cinta se viven.

La escena final de un Eastwood llorando bajo la lluvia y una Streep dudando ante la decisión más importante de su vida ha pasado ya a la historia del cine. Pocas escenas cinematográficas han conseguido con tanto silencio y con tan sólo un cruce de miradas transmitir tantas emociones de tan alta carga dramática. Una obra maestra que no fue justamente reconocida (una vez más) por los Académicos de Hollywood. En 1995 todas las nominaciones fueron para "Braveheart", "Apolo XIII" y "Babe: El cerdito valiente". Habría que ver si, en el caso de astronautas y cerditos, las emociones que pudieron transmitirnos ambas películas en su metraje completo podrían siquiera aproximarse a lo que "Los puentes de Madison" consiguió con sólo una de sus escenas.

Místico

viernes, 6 de febrero de 2009

El sueño futurista de los años 80


Hace unos días hablé en "Plano Medio" de una película ochentera que me llegó como pocas. "Gremlins" fue y sigue siendo la película favorita de mi infancia, no sé si porque me enamoré de Gizmo al poco de conocerlo o porque simplemente Steven Spielberg sabía como llegar a los más pequeños a través de la más fantástica magia y fantasía. Sin embargo, y para ser justos, éste no fue el único título que me conquistó en aquella etapa de mi vida. Hubo otros que también lo hicieron y hoy es de justicia hablar de uno de ellos.

Aunque esté ya muy lejano en el tiempo, aún recuerdo el día que acudía al cine de mi localidad con la entrada de esta película en la mano (si uno puede presumir de algo es de tener excelente memoria). En 1985 apenas contaba con nueve años, pero eran tantas las ganas que tenía de ver este título y tantas las expectativas que tenía depositadas en él, que supongo la sensación se quedó grabada para siempre en mi recuerdo. Y es que hoy hablo de otra película de culto para los miembros de mi generación. Hoy hablo, y me emociona el hacerlo, de "Regreso al futuro".

¡Cuántos elementos de esta cinta han quedado ya inmortalizados para siempre en el recuerdo más treintañero! Aquel De Lorean que no superaba ni el mismísimo Kitt ("El coche fantástico"), aquel "inventado" condensador de fluzo que aún hoy se puede escuchar en otras películas o series de televisión... pero sobre todo aquel Marty McFly y su inseparable Doc, que formaron una de las parejas más carismáticas de los años 80.

Los viajes en el tiempo, aunque ya habían sido tratados en otras películas muchos años antes, nos hicieron soñar. Esta cinta nos hizo creer que esos viajes eran posibles, que en el año 2000 los coches volarían y que los niños del 85 estaríamos ahí para vivir todo eso... ¡qué bonita resultaba esa inocencia!

Luego llegarían segunda y tercera parte, las cuales formaron junto con la primera una completa trilogía que no estaba en principio prevista por los guionistas (ellos mismos reconocieron que de haber sabido que se rodaría una segunda parte no hubiesen metido a la novia de Marty en el coche al final de la primera entrega).

Dificultades estas películas encontraron todas las del mundo, más cuando las tres se desarrollaban de forma contínua en el tiempo pero fueron cinco los años reales que separaron la primera de la tercera. Esto hizo que los maquilladores y encargados de caracterización tuviesen que cuidarse muy mucho de que no se notase el paso de los años en el rostro de Michael J. Fox (la cara de eterno adolescente de este actor les facilitó mucho el trabajo), pero sobre todo disimular lo máximo posible la ausencia por diferentes motivos de los actores que interpretaban a George McFly y Jennifer Parker a partir de la segunda entrega de la trilogía. Claudia Wells fue sustituida por Elisabeth Shue debido a la enfermedad de la madre de la primera y Crispin Glover por Jeffrey Weissman a causa de las contínuas disputas entre el actor y los directores por desacuerdos con el personaje (hecho éste que cambiaría sustancialmente el guión de las dos últimas partes). A mí me la "colaron". Dejo aquí algunos fotos para que cada uno evalúe si en su caso también.

jueves, 5 de febrero de 2009

Un engaño realmente divertido

Tengo que reconocer que los primeros minutos de esta película me resultaron complejos de seguir. El lenguaje tan particular utilizado en la misma, así como ese acento argentino tan cerrado de Ricardo Darín y Gastón Pauls hacen que la primera secuencia de "Nueve Reinas" sea ciertamente incómoda. Una vez superado este primer (y único) obstáculo, una vez te has acostumbrado a ese lenguaje tan especial, sólo queda disfrutar de un título brillante como pocos.

"Nueve reinas" es una historia de timadores, de dos sinvergüenzas con cierto encanto a los que se les termina cogiendo cariño. Una historia en cierto modo enrevesada que juega con un espectador al que, como si fuese una víctima más de estos dos timadores, se le intenta también engañar. Un buen guión en manos de dos actores brillantes y de unos secundarios soberbios. Una divertida historia que engancha desde el principio, donde los acontecimientos se desarrollan a un ritmo tan acertado que, pese a las casi dos horas de duración del metraje, la película termina haciéndose corta.

Imprescindible para los que amamos el cine y necesitamos de vez en cuando historias nuevas llegadas de cualquier punto del planeta. Imprescindible también para todos aquellos que simplemente buscan pasar dos horas de absoluto entretenimiento porque "Nueve reinas" es, por encima de engaños, timos y doble juego, una película muy pero que muy divertida.

Místico

miércoles, 4 de febrero de 2009

Los otros "inmortales"

Dicen que del estado anímico del escritor depende enormemente lo que éste escribe, que en esto de la escritura (al igual que sucede en el arte) los estados de ánimo son fundamentales para o bien dibujar sonrisas o en su lugar mostrar la cara más triste y amarga de aquello que se narra. Hoy es un buen día. Hoy me siento especialmente bien y por eso no pienso hablar en "Plano Medio" de ningún drama. Hoy le toca el turno a una de las películas más divertidas que se hicieron en Hollywood allá por los años 90. Una película que contaba con tres protagonistas de auténtico lujo y con una secundaria que no se dejaba eclipsar por ninguno de ellos. Hoy toca hablar de "La muerte os sienta tan bien".

Ganadora en 1992 del Oscar de Hollywood por sus efectos especiales, esta divirtidísima y alocada historia gótica nos enseñaba a más de uno que en la meca del cine aún se podían hacer comedias brillantes. Protagonizada por unos geniales Bruce Willis, Meryl Streep y Goldie Hawn (y secundados por una espectacular Isabella Rosellini), es difícil establecer cual de los tres brilla más en esta cinta. Meryl Streep nos mostraba en este título que su talento no sólo era aplicable a grandes dramas (en los cuales se movía como pez en el agua) sino que poseía también una importante vis cómica poco explotada por ella misma. Este título también serviría para hacernos ver que había un Bruce Willis más allá de "La Jungla de Cristal" y que Goldie Hawn... ¿qué se podría decir de esta actriz en un género como éste que no se haya dicho ya?

Merecedora también de todos los reconocimientos por su excelente dirección artística, ésta es una de esas películas que yo, personalmente, no me canso de ver. Hoy es un buen día, lo mismo me la pongo de nuevo para pasar la tarde...

Gracias a quien ha hecho posible un día como éste...

Místico

martes, 3 de febrero de 2009

Un Oscar justo

Creo que me aficioné a la ceremonia de los Oscar casi al mismo tiempo que aprendí a multiplicar y dividir. No me equivoco si afirmo que no me he perdido ni una sola ceremonia en los últimos 18 años, que ya sea por televisión pública (qué tiempos aquellos), de pago o incluso por radio, la noche más glamourosa del cine es ya para mí, año tras año, una cita absolutamente obligada. Sin embargo, pese a toda esa fidelidad, creo que se cuentan con los dedos de una mano las ocasiones en las que realmente salí satisfecho del reparto de los premios. Que títulos tan míticos como "Seven" o "El sexto sentido" no se llevaran ni un solo galardón, que "Brokeback Mountain" perdiera a última hora el Oscar a la mejor película en detrimento de la simplemente correcta "Crash" o que títulos como "Infiltrados" ganaran unos premios que no merecían sólo por compensar a su "siempre olvidado" director, son ya cosas que pesan demasiado a la hora de valorar positivamente estos premios. Sin embargo, y pese a todo ello, hubo algunos años en los que se hizo verdadera justicia con los títulos que se presentaron a la ceremonia. El año 2005 fue uno de ellos, el año en que "Million Dollar Baby" se alzó como triunfadora absoluta de aquella noche.

Dirigida e interpretada por un magistral Clint Eastwood, protagonizada por una oscarizada Hilary Swank (por este papel también premiada) y por un Morgan Freeman que demostraba de nuevo lo grande que podía ser cuando elegía bien los papeles, la historia que aquí nos contó Eastwood nos dejó a más de uno aplaudiendo tras los créditos.

Su carga amotiva no se limitaba a su desarrollo final. Muchos criticaron aquel giro argumental que hacía de ésta dos peliculas en una, pero pocos parecieron comprender que el dramatismo de este título comenzaba a los pocos minutos de iniciarse el metraje. Aún recuerdo muchas de las frases imborrables que el personaje de Freeman pronunciaría en esta cinta, así como fui capaz de entender y casi sentir el sufrimiento y amor paternal que Eastwood prodigaba hacia una Swank que era ya algo más que su pupila.

Un título emotivo, impactante y magistral que mereció todos los galardones en la noche más glamourosa, una de las pocas veces en las que el tío Oscar hizo justicia.

Místico

lunes, 2 de febrero de 2009

Cuando un personaje es sinónimo de película

Que Billy Wilder era un genio no es algo que en un blog como éste merezca una sola línea de discusión, que obras como ésta engrandecen la historia del cine, tampoco. "El crepúsculo de los Dioses" o "Sunset Boulevard" (como más guste llamarla) es para mí la mejor obra del director austriaco, y eso que son muchas pero que muchas las que merecerían un apartado especial en este blog.

Alejado de sus clásicas comedias, "El crepúsculo de los Dioses" fue una de esas raras obras clásicas que se podrían englobar en diferentes géneros a la vez. Y es que por todos es conocido que en la época dorada de Hollywood si por algo se caracterizaban las películas era por pertenecer con bastante claridad a un determinado género cinematográfico. Las comedias eran comedias, los dramas no podían ser más dramáticos y las películas con altas dosis de suspense carecían de cualquier guiño cómico o exceso de dramatismo. El cine negro estaba perfectamente etiquetado y si hablamos de otros generos como el terror o la ciencia ficción, entonces las límites ya sí que no podían ser más gruesos. "El crepúsculo de los Dioses", sin embargo, tocaba un poco de cada género. Con un excelente guión ganador de un Oscar, una puesta en escena brillante y una Gloria Swanson que inmortalizaría de por vida el personaje de Norma Desmond (interpretado con posterioridad en obras de teatro por actrices como Glenn Close), éste es otro de esos títulos obligados que terminan gustando incluso a los que rechazan el cine clásico. ¿Y es que alguien ve algún clasicismo en "Sunset Boulevard"?. A mí, sinceramente, me cuesta encontrarlo...

Místico