viernes, 13 de febrero de 2009

Cuando el asesinato se convierte en expresión artística

Muchas fueron las películas que, a partir del éxito de "Seven", intentaron relanzar un género más de moda que ninguno en los años noventa. Me refiero a aquel que había sido reinventado años atrás por "El silencio de los corderos" y que los espectadores de todo el planeta parecían reclamar en títulos que no estuvieron nunca a la altura de estas dos grandes referencias. Obras como "El coleccionista de amantes", "Copycat" o "Resurrección" hicieron el intento, pero ninguna de ellas conseguiría siquiera aproximarse al clima de angustia, tensión y magistral realización de las obras de Jonathan Demme y David Fincher.

En 1999, sin embargo, Phillip Noyce nos presentaba un oscuro thriller protagonizado por una joven Angelina Jolie y por un siempre carismático Denzel Washington que fue, a mi justo parecer, la única que supo aproximarse a lo que los espectadores tanto demandaban por aquel antonces. "El coleccionista de huesos" supuso, para los que amábamos este "nuevo" género, un reencuentro con Buffalo Bill o John Doe, un reencuentro con ese asesino en serie de extrema inteligencia y fetichismo extremo que conseguía transmitirnos miedo y admiración a partes iguales. La contínuas pruebas a las que iba sometiendo a sus fustrados perseguidores, unida a la magistralidad de la puesta de escena de todos y cada uno de los asesinatos, consiguieron que este título no fuera uno de tantos condenados a caer en el olvido. Quizá falló el final, demasiado inverosímil como para estar a la altura de ninguna de las dos "grandes" anteriormente citadas. Aún así, prefiero quedarme con todo el conjunto.

Y es que no hay una sola vez que suba a un taxi que no recuerde en algún momento la secuencia inicial de este título. Gracias a Dios que hasta la fecha a ningún taxista se le ha ocurrido colgar un mono en miniatura del retrovisor de su coche... al menos ninguno de aquellos con los que yo haya montado... Gracias a Dios.

Místico

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