viernes, 19 de diciembre de 2008

Cuando la CLASE toma forma de galán

Hablar de Cary Grant y no hablar de estilo, elegancia o clase innata resulta absolutamente imposible. El término "Galán de Hollywood" va ligado irremediablemente a su imagen. Era difícil (por no decir imposible) pillar a Cary en un renuncio. Pocos actores, ni siquiera los de aquella etapa dorada del cine, tenían aquel "saber estar", aquel buen gusto en todas y cada una de sus apariciones. Muchos quisieron igualarle, pero Cary Grant pertenecía a otra galaxia, Cary Grant era sencillamente irrepetible. Hasta Alfred Hitchcock, que amaba a sus actrices como pocos directores, pero que no guardaba en gran estima a sus actores, se "enamoraría" para siempre de él, llegando a trabajar hasta en cuatro ocasiones con el actor inglés. Títulos tan memorables como "Con la muerte en los talones", "Atrapa a un ladrón", "Encadenados" o "Sospecha" son ya el legado que nos dejó la admiración mutua que se tenían ambas estrellas.

"Encadenados", "Arsénico por compasión", "Serenata nostálgica" y "Luna Nueva" son las interprestaciones del británico que, a título personal, guardaré para siempre en mi recuerdo. ¡Qué gran Cary el de "Arsénico por compasión"! Un título en el que el genio de Frank Capra le obligaría a hacer precisamente eso que a Grant le gustaba tan poco: gesticular en exceso, casi sobreactuar, perdiendo la compostura en cada una de las secuencias. ¡Qué conmovedor el Cary de "Serenata Nostálgica"! Pocas veces nos habíamos emocionado tanto como con aquella interpretación que le valdría una de sus dos únicas nominaciones al Oscar... ¡Qué grande Cary, qué grande!

Se retiró cuando aún podía haber hecho un grandísimo número de películas, pero lo hizo a los 62 años (20 antes de su muerte) con "Apartamento para tres" porque quería que su imagen de galán no desapareciera nunca del recuerdo del cine. Cary, esa imagen siempre te acompañará. Puedes descansar tranquilo.

¡¡¡Feliz Navidad a todos!!!

Místico

jueves, 18 de diciembre de 2008

La película que nos despertaría para siempre

En ocasiones creemos que una película de ciencia ficción equivale a un espectacular despliegue de medios técnicos, donde naves espaciales, espadas láser y efectos digitales se alzan como absolutos protagonistas de la misma. Un joven Alejandro Amenábar, en 1997, nos demostró que cuando se tiene talento nada de esto es necesario.

"Abre los ojos" fue el título que Amenábar nos presentaba tras su multipremiada "Tesis", un título que se convertiría "a posteriori" en toda una declaración de principios. La cinta, protagonizada por unos ya populares Eduardo Noriega y Fele Martínez y por una "recuperada" Penélope Cruz (dicen las malas lenguas que el personaje de Ángela en "Tesis" estaba pensado para ella, pero que la de Alcobendas lo rechazó por tratarse de un director desconocido), conseguía "abrirnos los ojos" en cuanto a cine español se refería. Y es que pocos creíamos que se podían hacer cosas distintas a las que Aranda, Almodóvar o Garci nos habían mostrado a lo largo de los años, es decir, un sinfín de títulos con dos únicos géneros en común: el drama o la comedia.

"Abre los ojos" simulaba ser una película caótica, un complejo rompecabezas que no parecía mantener nexo entre sus piezas, más parecido a las reflexiones sin orden de una mente enferma que a un guión cuidado e hilvanado de modo lógico y coherente. Sin embargo, como ya haría en alguna otra ocasión, Amenábar guardaba una sorpresa final, una sorpresa que no sólo daría sentido a todas aquellas imágenes que se nos antojaban "sin sentido", sino que conseguiría el "más difícil todavía", cambiando en el último momento el género de la película.

Los derechos de "Abre los ojos" no tardarían en ser comprados por los americanos (más concretamente por Tom Cruise), fruto de lo cual nacería algunos años después "Vanilla Sky", remake protagonizado por el propio Cruise, Cameron Díaz y una Penélope Cruz que sería la única que repetiría de la versión original. De este proyecto nacerían otros dos: el romance entre nuestra Pe y el protagonista de "Top Gun" y algo infinitamente más importante, el que firmaría Tom con Amenábar llamado "Los Otros".

Y a Alejandro se le ocurrió esta historia mientras estaba en cama con fiebre... Muchas fiebres de éstas querría tener yo.

Místico

miércoles, 17 de diciembre de 2008

"¿Qué regalarías a un hombre que lo tiene todo?"

Dos años antes, David Fincher había sorprendido a propios y extraños con un título que marcaría para siempre toda su trayectoria: "Seven". Ahora, en 1997, presentaba el que era su nuevo proyecto. Esta vez con Michael Douglas de protagonista y tocando un género que, pese a ser similar al del último de sus títulos, no podía ser más diferente. Su nombre: "The game".

Estaba claro que ésta era una película destinada a triunfar en la taquilla de todo el mundo. El primer motivo, por estar aún tan reciente el impacto de "Seven", pero también de un modo claro por contar con una gran estrella en su reparto, así como por corresponderse con uno de los géneros favoritos del público (mucho más patente aún en aquellos años).

El nuevo trabajo del director no nos dejó del todo insatisfechos. Sin alcanzar las cotas de magistralidad de su anterior trabajo, Fincher nos volvía a demostrar una vez más que sabía cómo crear tensión en un metraje, manteniendo la atención del espectador ante todo lo que sucedia en la pantalla. Quizá falló Douglas (el que escribe no le tiene en gran estima). Cualquier otro actor, aunque no hubiese sido tan conocido, habría aportado más convencimiento a una historia ya interesante de por sí, aunque sí reconozco que la química con su compañera de reparto resultaba innegable.

Sus giros argumentales y un Sean Penn una vez más impecable consiguieron que esta atractiva historia cobrase el peso necesario para que, once años después de su estreno, se siga recordando (al menos para mí) como uno de los mejores trabajos de Fincher.

Místico

martes, 16 de diciembre de 2008

El triángulo que marcó para siempre al cine español


Existen algunos títulos que allá por comienzos de los 90 ayudaron a engrandecer un mediocre cine español y lo llevaron al nivel que ostenta hoy día. "Amantes" fue sin duda uno de ellos. Una cinta que marcaría para siempre la filmografía de un magistral Vicente Aranda y que nos ayudó a muchos a creer en la calidad del cine patrio.

Muchos fueron los aciertos que tuvo este título frente a un solo patinazo. El primero de ellos: sus dos actrices principales. Una siempre grandiosa Victoria Abril y una sorprendente Maribel Verdú que se comieron plano a plano al mayor error de esta cinta, un error que en este caso tenía nombre propio: Jorge Sanz. La elección del actor protagonista no pudo ser más equivocada, más aún si tenemos en cuenta la calidad de sus compañeras de reparto: una Victoria y una Maribel simplemente soberbias.

Otro de los aciertos fue sin duda su guión. Un guión duro, que en su momento fue duramente criticado por su alta carga sexual, pero que componían unas escenas absolutamente necesarias en un título como éste. Vicente Aranda, Pedro Almodóvar y Bigas Luna siempre tuvieron fama de elevar de forma excesiva la temperatura en sus películas, pero en el caso de Vicente, y más concretamente en este título, de forma absolutamente necesaria.

Conmovedora como pocas, sobrecogedora hasta el extremo, más si tenemos en cuenta que se basaba en una historia real. Aquella última secuencia frente a la Catedral de Burgos, con esa nieve absolutamente improvisada (no estaba prevista la nieve en aquel día de rodaje) quedaron grabadas a fuego tanto en mi memoria como en la historia del cine español.
¡Bravo, Aranda!

Místico

lunes, 15 de diciembre de 2008

La perfección hecha guión

Hace relativamente poco tiempo leí una noticia en la que se destacaba "Ciudadano Kane" como "la mejor película de la historia". La verdad es que no tengo nada en contra de la obra de Orson Welles (aunque a mí personalmente no me llegase su historia) pero creo firmemente que en este caso se estaban valorando más los logros técnicos e innovadores que aportó la película de "Rosebub" que la calidad del metraje en sí, porque si hablamos de guión...

Si hablamos del guión, de historia, de profundidad de personajes, de diálogos... ninguna como "Casablanca". Creo sinceramente (y he visto mucho cine clásico) que éste ha sido el guión más perfecto que se ha escrito jamás. Algunas de sus míticas frases forman ya parte imborrable de la historia del cine, así como muchas de sus imágenes. En pocas ocasiones he sentido tan reales los sentimientos en una pantalla, pocas veces las palabras me han emocionado tanto como aquellas que se escribieron en esos cuadernos, y es que fueron pocos los títulos en los que sentí una emoción similar a la que sentí escuchando a Humphrey Bogart pedirle a Sam que la tocara de nuevo, porque "si ella ha sido capaz de escucharla, yo también"...

"Casablanca" es emoción en estado puro, es creer firmemente que existe eso que algunos llaman "amor" (al menos durante algo más de cien minutos) y sentirte parte implicada en lo que allí se narra. Es enamorarte de Hamprhey Bogart o de Ingrid Bergman... o de los dos a la vez. "Casablanca" es cuidado en cada uno de sus planos, en su fotografía, pero espacialmente en todas y cada una de las palabras que reproducen sus actores. Es, en definitiva, cuidar un guión como pocas veces se ha hecho desde entonces. Aunque para algunos "Ciudadano Kane" fuese "la mejor película de la historia del cine"... ¡Ja!

Místico

viernes, 12 de diciembre de 2008

"Algunos pájaros no pueden ser enjaulados"

Basada en una novela de Stephen King, "Cadena Perpetua" se ha convertido para mí en una de las mejores (si no la mejor) adaptación para la pantalla grande de uno de los relatos del escritor americano. Y eso que hablamos de uno de los autores más prolíficos que ha tenido la industria del cine. Películas como "Los chicos del maiz", "Carrie", "El resplandor", "Misery", "La milla verde", "El Cazador de sueños", "1408" o "La niebla" son sólo algunos de los títulos de King que fueron llevados en su momento a la gran pantalla. Hablamos de más de 40 producciones, de las cuales apenas media docena merecen hoy el reconocimiento.

Lo que más asombra de "Cadena Perpetua" es la poca correspondencia que mantiene con el resto de la obra de King. Conocido por sus relatos fantásticos o de terror, ésta es una de las pocas historias (junto con quizá "Cuenta conmigo") en la que nada de lo que sucede en ella rompe las leyes lógicas de la madre naturaleza. Es posible que por esta razón la historia posea la fuerza que posee, sin olvidar, claro está, las excelentes interpretaciones de un Tim Robbins y un Morgan Freeman cuya química se nota ya en el primer plano que comparten juntos. Frank Darabont, su director, refuerza un relato corto del autor americano y le aporta un ritmo, una cadencia y unos giros argumentales que consiguen que el espectador mantenga en todo momento el interés por lo que sucede en el interior de aquella cárcel, ya sea en su punto de máximo climax como simplemente acompañando a los internos por sus paseos rutinarios en el patio de reunión. Quizá sólo en "La milla verde" Darabont alcanzó esa nivel de realización, pero allí la historia terminaría por escapársele a King de las manos (algo bastante frecuente en casi todas sus obras) y las consecuencias también las pagaría en este caso Frank (que conste aquí que pese al innecesario toque fantástico final de esta última obra, considero que es también uno de los mejores trabajos de su carrera).

La brillantez de un guión con aquellos giros inesperados (especialmente el que a Ryta Hayworth, Marilyn Monroe y Raquel Welsh se refiere), sus grandes interpretaciones o su pulcro trabajo técnico, dieron a esta película diez merecidísimas nominaciones a los Oscar pero, sorprendentemente, ni uno solo de los premios. Oscars aparte lo que está claro es que esta título ya forma parte de la historia. Relanzó la carrera de un irregular Morgan Freeman, nos confirmó el talento que ya conocíamos de Tim Robbins y nos demostró a todos que existían historias de Stephen King dignas de ser llevadas a la gran pantalla. Aunque aquel año todos los premios fuesen para "Forrest Gump"...

Místico

miércoles, 10 de diciembre de 2008

¡Gracias, Roberto!

¿Cómo pasar por alto esta película? ¿Cómo no hacer una parada en uno de los títulos más bellos de la historia del cine? Un título que nos hizo creer que existía un amor aún más fuerte que la más cruel aberración gestada nunca por el ser humano, más fuerte aún que la más grande de sus barbaries, la barbarie que nació del odio irracional de unos cuerpos que carecían de alma. La cinta que nos hizo creer que no existía nada que pudiese destruir los lazos forjados entre un padre y su hijo, un ángel tan frágil que podría romperse con sólo tocarlo. El amor de todo un valiente, de un auténtico HÉROE, un PADRE en mayúsculas que supo encargarse de que nada malo le ocurriese a su "príncipe", porque "La vida es bella" y así es como siempre la deberían ver los inocentes ojos de un niño.

Místico

martes, 9 de diciembre de 2008

Belleza no sólo en su partitura

Cuatro años han pasado desde el estreno de este título. Un tiempo suficiente para que la banda sonora de "Los chicos del coro" sea ya más conocida en todo el mundo que su propia película. Y es que la belleza de las partituras que acompañaron a este bello metraje francés forman ya parte de nuestra historia. ¡Cuántas tardes mantuve aquel DVD en su menú de inició tan sólo para escuchar los cánticos de aquellos niños!

"Los chicos del coro" ya es sinónimo de composición musical, pero algo que no deberíamos olvidar jamás es que tras todas esas melodías se escondieron unos personajes, una historia y una realización que no desentonaron en absoluto con la belleza de su música. Nunca me he sentido demasiado identificado con el cine francés, pero "Los chicos del coro" fue un título que me llegó, que me emocionó como pocos y que despertó en mí esos sentimientos que sólo despiertan las películas hechas desde el corazón.

Puede que su guión no fuese especialmente novedoso, pues muchas han sido las cintas que nos acercaron a un grupo de jóvenes (conflictivos en mayor o menor grado) que gracias a un controvertido adulto encontraron el canal ideal para expresar su talento e inquietudes, reconstruyendo con ello una escala de valores que parecían tener perdida. Títulos como "El club de los poetas muertos", "Mentes peligrosas", "Cadena de favores" y, cómo no, "La cage aux rossignols" (la película de 1945 en la que se basó "Los chicos del coro") ya nos acercaron a estas historias. Sin embargo, la sensibilidad con la que aquí están tratados los personajes, el cuidado que Chritophe Barratier pone en cada uno de sus planos o la belleza de su guión han hecho que, cuatro años después de su estreno, este título francés ocupe un espacio que aún no había sido ocupado por ninguno de los anteriores.

Mucho más próxima a la magistral "Cinema Paradiso" que a la soporífera película de la Pfeiffer, "Los chicos del coro" se alza hoy como un bello conjunto donde la música, eso sí, cobró un papel protagonista.

Místico

viernes, 5 de diciembre de 2008

Cuando sobran las palabras

Fue una película sin duda polémica, especialmente para la Academia. Y no porque tratase el tema de la homosexualidad de un modo bastante explícito (Hollywood estaba ya "aburrido" de producir y financiar este tipo de films), sino porque por primera vez esto se hacia dentro del género "yanqui" por excelencia: el western. ¡Y ahí si que no! Que existan gays estereotipados en comedias románticas o gays terminales enfermos de SIDA en grandes dramas... eso sí, pero gays dentro del mundo rudo de los vaqueros y, encima (para colmo), tan "normales" como cualquier protagonista de las películas que otrora se rodaban en Almería, ¡eso sí que no! ¡Hasta ahí podíamos llegar! Y si hay que quitarle el Oscar a última hora en beneficio de una simplemente correcta "Crash", pues se le quita y punto... ¡Faltaría más!

La ironía de todo esto es que "Brokeback Mountain" ni siquiera era una película del oeste. Su estética así lo indicaba, pero Ennis y Jack eran simples "pastores" que se dedicaban a cuidar ovejas y que en ningún momento enfundaron un arma. Pero, qué narices, y aunque lo hubiesen sido... Una verdadera pena, porque todas estas polémicas sólo sirvieron para ensuciar y enturbiar una de las más bellas historias de amor rodada en los últimos años. Y eso es lo que nunca deberíamos olvidar los amantes del buen cine. Sólo con eso deberíamos quedarnos para hacer justicia a este título.

Basada en un relato corto de Annie Proulx, siempre recordaré "Brokeback Mountain" como la película de los silencios. Pocas veces los mismos han dicho tanto en un misma cinta. Tan importante lo que se dice como lo que se calla. Silencios que se mantienen porque sobra con las miradas, porque no existen palabras que expresen mejor algunos sentimientos, las miradas cruzadas entre un Heath Ledger simplemente soberbio y un Jake Gyllenhaal que supo estar a su altura.

Y también recordaré su banda sonora, aquella música tan sencilla pero con tanto poder desgarrador que le valió a Gustavo Santaolalla para ganar un Oscar. Una banda sonora que ya debería formar parte de la historia del cine.

El mayor de mis homenajes para este título, uno de los pocos en los últimos años que me ha hecho replantear que en Hollywood aún se pueden hacer buenas películas. ¿Será porque su director es taiwanés?...

Místico

jueves, 4 de diciembre de 2008

Una película adelantada a su tiempo

Tengo que reconocer que no me gusta Jim Carrey. Sus excentricidades, sus sobreactuaciones y esa técnica actoral más propia de un payaso de feria no han comulgado nunca conmigo. Es posible que siendo un bebé me hiciera gracia que me pusiesen "caras", pero de adulto entiendo el humor de un modo bastante distinto. No me gustan sus películas, posiblemente tampoco me interesan, por lo que no recuerdo sus títulos como merecedores de figurar en un blog que dedico por entero a hablar de "mi cine". Esto en un pricipio es así, una verdad tan incuestionable como que existen las puestas de sol. Ahora, como no podía ser de otro modo (y ésa es la magia del arte, de la naturaleza y posiblemente de la vida), hay un caso diferente, una excepción, una película protagonizada por Jim que es absoluta merecedora de figurar en "Plano Medio". Hablo de "El show de Truman".

La idea original era de lo más arriesgada, original e innovadora. Una idea que podía funcionar desde el primer momento o no encajar para nada con el público al que iba destinada. Tengamos en cuenta que hablamos de un título de 1998 y el fenómeno "Reality Show" no llegaría a España, por ejemplo, hasta bien entrado el año 2000. Y es que "El show de Truman" hablaba de algo que aquí podíamos no entender del todo. ¿Qué sentido tenía llenar una casa de cámaras? ¿A quién le podía interesar tanto la vida de alguien al que ni siquiera conocía? Pero vaya si lo entendimos...

"El show de Truman" fue una película adelantada a su tiempo, totalmente profética. Y es que si algo hace que este título aún mantenga su fuerza, quizá sea el hecho de que cada vez veamos menos improbable que algún día llegue a existir un Truman de verdad. La película de Carrey, por lo tanto, se alzaba como una crítica no sólo a los medios de comunicación (los cuales podían justificarlo todo por aumentar unas décimas su share), sino especialmente al público que los consumía, el mismo público que hoy día demanda cada vez más realidad en televisión.

La elección del actor principal, por otra parte, no podía ser más atrevida. Jim Carrey hasta ese momento sólo era conocido por sus desquiciantes comedias, por lo que interpretar a Truman, un personaje con tanta carga dramática detrás, suponía todo un reto para él.

El resultado final una vez más me sorprendió, dejándome, por qué no decirlo, también cierta inquietud. Otras películas (como la muy reciente en aquel momento "Abre los ojos") me habían hecho replantearme de nuevo el mito de la caverna de Platón, pero ninguna lo había hecho del modo que lo había hecho ésta, conviertiendo a aquellos que me rodeaban en activos partícipes del engaño.

Místico

miércoles, 3 de diciembre de 2008

El talento que se escondió en "El bosque"

Resulta curioso cuánto puede diferir la valoración de una película según quién la visiona, los gustos que tenga o las expectativas que se depositen en la misma. Si ha existido un título en los últimos años con el que he conseguido despertar toda la polémica, sin duda ése es "El Bosque".

M. Night Shyamalan se dio a conocer al mundo cuando, allá por 1999, sorprendió a todo un planeta con una cinta protagonizada por un talentoso niño de diez años llamado Haley Joel Osment (ese mismo año nominado al Óscar por esta interpretación) y un desconocido Bruce Willis en un título que pasaría a la historia gracias principalmentalmente a su inesperado giro final: "El sexto sentido". Hubo quien encumbró a este joven director de origen indio en aquel mismo instante sin tener en cuenta lo prematuro del encumbramiento, pues Shyamalan tan sólo nos había mostrado su valía en este título.

La producciones que siguieron a tan famosa cinta nos dejaron a todos con un amargo sabor de boca. Se confiaba muchísimo en este director, pero sus muestras de talento quedaron reducidas a la mínima expresión en títulos como "El protegido", "Señales", "La joven del agua" o "El incidente". Ahora, hubo una excepción...
En 2004, tras la gran decepción que habían supuesto sus dos últimos trabajos, Shyamalan presentaba al mundo el que ya sería el sexto de sus títulos: "El bosque". Como iba siendo habitual, contaba con un atractivo plantel de actores, entre los que destacaban nombres como Sigourney Weaver, William Hurt, Joaquín Phoenix o Adrien Brody. La cinta se presentaba como una película de época dentro del género fantástico y de terror y, estoy absolutamente seguro de ello, ahí estuvo el error. Aquellos que acudieron a ver "El bosque" lo hacían con la intención de pasar miedo y lo que encontraron en las salas no podía ser más diferente. La nueva propuesta de Shyamalan no iba enfocada para nada en ese sentido, aunque su campaña publicitaria así lo indicase. La propuesta era mucho más arriesgada, pero los espectadores quizá se sintieron tan "engañados" que no apreciaron que lo que se les estaba dando era infinitamente mejor que cualquier cinta plagada de saltos de butaca.

"El bosque" era una critica a la condición humana, a las relaciones que se establecían en una sociedad, a lo que se daba por hecho o se dejaba entrever, a los valores que la mantenían en pie, a los miedos de la misma... Algunos de sus diálogos mostraron el verdadero talento que creíamos definitivamente perdido en Shyamalan. Mención especial para dos de ellos: Joaquín Phoenix y una brillante Bryce Dallas Howard en el porche de su casa, cuando el joven le declara el amor que profesa hacia ella y un segundo del mismo Joaquín, esta vez con su madre en la ficción (Sigourney Weaver), intentando explicarle por qué razón cree en el amor que por ella siente William Hurt (aquel famoso "nunca te toca"). En ambos diálogos Shyamalan muestra una sensibilidad y un conocimiento del ser humano que estaría por encima de cualquier polémica. A todo esto sumemos un final, desde mi punto de vista, tan sorprendente como pudo ser el del más famoso de sus títulos y encontramos una bella obra que profundizaba en los más oscuros rincones de cualquier comunidad, al mismo tiempo que abría una nueva ventana de esperanza a los que aún seguíamos confiando en el director indio. Pero claro está, hubo muchos que se molestaron por no dar saltos en la butaca...

Místico

lunes, 1 de diciembre de 2008

Lo injusto de un título que cayó en el olvido

Ciertamente es difícil comprender cuáles son los factores que hacen que una película tenga mayor o menor éxito en taquilla, así como qué elementos influyen en que unos títulos sean recordados por siempre y otros, en cambio, pasen al más absoluto de los olvidos. Me quedaría tranquilo si las razones en ambos casos fuesen la calidad de la obra en cuestión, pero a veces me encuentro con casos como éste que me hacen replantearme la pregunta de nuevo.

"La noche de los cristales rotos" es, desde mi punto de vista, una de las mejores películas que se rodaron allá por los años 90 y, extrañamente, apenas hoy es recordada por nadie. El clima asfixiante de todo el metraje, su intachable guión, sus giros argumentales y sus buenas interpretaciones podían haber hecho de esta película un clásico absoluto dentro del género de la intriga y el suspense o, como viene llamándose en los últimos años, del thriller. Pero no fue así. Lamentablemente quedó reducida a pases para la televisión alejados incluso del "prime time". ¡Juro que no lo entiendo!

Desde este blog quisiera recomendar este título que tanto me impresionó en su primer visionado y que a día de hoy aún sorprende a los amigos a los que se la recomiendo. Excelentes interpretaciones de Tom Berenger y Bob Hoskins en una soberbia película de 1991.

Místico