jueves, 4 de diciembre de 2008

Una película adelantada a su tiempo

Tengo que reconocer que no me gusta Jim Carrey. Sus excentricidades, sus sobreactuaciones y esa técnica actoral más propia de un payaso de feria no han comulgado nunca conmigo. Es posible que siendo un bebé me hiciera gracia que me pusiesen "caras", pero de adulto entiendo el humor de un modo bastante distinto. No me gustan sus películas, posiblemente tampoco me interesan, por lo que no recuerdo sus títulos como merecedores de figurar en un blog que dedico por entero a hablar de "mi cine". Esto en un pricipio es así, una verdad tan incuestionable como que existen las puestas de sol. Ahora, como no podía ser de otro modo (y ésa es la magia del arte, de la naturaleza y posiblemente de la vida), hay un caso diferente, una excepción, una película protagonizada por Jim que es absoluta merecedora de figurar en "Plano Medio". Hablo de "El show de Truman".

La idea original era de lo más arriesgada, original e innovadora. Una idea que podía funcionar desde el primer momento o no encajar para nada con el público al que iba destinada. Tengamos en cuenta que hablamos de un título de 1998 y el fenómeno "Reality Show" no llegaría a España, por ejemplo, hasta bien entrado el año 2000. Y es que "El show de Truman" hablaba de algo que aquí podíamos no entender del todo. ¿Qué sentido tenía llenar una casa de cámaras? ¿A quién le podía interesar tanto la vida de alguien al que ni siquiera conocía? Pero vaya si lo entendimos...

"El show de Truman" fue una película adelantada a su tiempo, totalmente profética. Y es que si algo hace que este título aún mantenga su fuerza, quizá sea el hecho de que cada vez veamos menos improbable que algún día llegue a existir un Truman de verdad. La película de Carrey, por lo tanto, se alzaba como una crítica no sólo a los medios de comunicación (los cuales podían justificarlo todo por aumentar unas décimas su share), sino especialmente al público que los consumía, el mismo público que hoy día demanda cada vez más realidad en televisión.

La elección del actor principal, por otra parte, no podía ser más atrevida. Jim Carrey hasta ese momento sólo era conocido por sus desquiciantes comedias, por lo que interpretar a Truman, un personaje con tanta carga dramática detrás, suponía todo un reto para él.

El resultado final una vez más me sorprendió, dejándome, por qué no decirlo, también cierta inquietud. Otras películas (como la muy reciente en aquel momento "Abre los ojos") me habían hecho replantearme de nuevo el mito de la caverna de Platón, pero ninguna lo había hecho del modo que lo había hecho ésta, conviertiendo a aquellos que me rodeaban en activos partícipes del engaño.

Místico

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