viernes, 30 de enero de 2009

Cuestión de química

¡Qué difícil resulta en ocasiones que dos actores que viven una gran historia de amor resulten convincentes delante de una cámara! Pueden ser los más guapos, los más cotizados, los que más de moda estén en ese momento, que si no hay química entre ellos, si no saltan esas chispas necesarias que no se explica en ningún manual de cine (ni de vida), todo el esfuerzo estará tirado a la basura. En multitud de ocasiones me he encontrado con títulos en los que sus protagonistas podían convencer por solitario, pero en cuanto se les veía juntos, simplemente las cosas no funcionaban. Aún recuerdo el intento fallido de Roger Michell al reunir a Julia Roberts y Hugh Grant en la olvidable "Notting Hill" que demostraba, una vez más, que cuando no existe la química, no hay esfuerzos que valgan (supongo que el efecto contrario fue lo que hizo a "Pretty Woman" alcanzar el éxito que tuvo).

Muchos han sido los casos de actores que parece nacieron para estar juntos (y no sólo me refiero a parejas sentimentales) ¿Alguien por ejemplo se imagina a Stan Laurel sin Oliver Hardy? Pues esto es precisamente lo que me hace traer esta película hoy hasta aquí, porque creo firmemente que es uno de los casos de mayor química que se han dado en la historia del cine.

"Confidencias a medianoche" fue la cinta que reunió por primera vez a Rock Hudson con Doris Day, el primero de los tres títulos que reuniría a ambas estrellas y que valdría para demostrar que existe algo que no se explica con palabras y que es la causa de que un intercambio de miradas simplemente funcione. La divertida historia que nos cuenta esta comedia romántica quizá sea lo de menos (y eso que el guión me parece absolutamente genial). Aquí lo más importante es comprender hasta qué punto puede funcionar esa complicidad entre dos actores cuyos nombres ya irán para siempre unidos en la historia del cine. Más tarde llegarían "Pijama para dos" y "No me mandes flores", pero ésta fue sin duda la mejor de las películas que reunió a la pareja por excelencia del cine de los 60. Y eso que Hudson era homosexual...

Místico

jueves, 29 de enero de 2009

"Soy tu fan número uno"

Descubrí esta película casi por casualidad. Apenas era un adolescente cuando acudí a un video-club con dos amigos (cerca de lo que ahora sería el Factoy Las Rozas) con la intención de alquilar una de esas películas de terror tan apropiadas para este tipo de reuniones, más aún cuando se tienen 16 años. Recuerdo que no terminábamos de encontrar la que queríamos y el chico de la tienda nos sugirió ésta. Nos extrañamos ante la propuesta. ¿"Misery"? ¿Qué tenía esta película de especial? Nosotros queríamos una de vísceras y sangre... y ésta, ¿qué tenía que ver con eso? Sólo recuerdo que nos dijo que nos gustaría... ¡Y ya lo creo que lo hizo!

Basada en la novela homónima del prolífico Stephen King, protagonizada por una soberbia Kathy Bates (ganadora del Oscar por este papel) y por un brillante James Caan, ésta es sin duda una de las mejores adaptaciones a la gran pantalla que se han hecho del genio de King. Especial atención merece también la aparición en la cinta de uno de los pocos mitos vivientes con los que contamos en la actualidad: Lauren Bacall

Una thriller en mayúsculas que nos presenta el miedo sin alardes técnicos ni sobredosis viscerales. Aquí a lo que se teme es, simplemente a un ama de casa de mediana edad. Aquí no hay asesinos en serie ni pisicópatas enmascarados. Aquí el miedo lo despierta, simplemente, la vecina de arriba. Y cuando se logra eso, cuando con unas brillantes interpretaciones y una dirección magistral se consigue temer a lo más cotidiano, a lo más familiar, entonces se ha logrado la maestría.

Uno de esos títulos que nos enseñan que la excesiva admiración puede tener consecuencias fatales. Y es que con fans como ésta no puede ningún guardaespaldas.

Místico

miércoles, 28 de enero de 2009

Imposible borrar del recuerdo


Una película icónica donde las haya. La más famosa de sus escenas ha pasado ya por méritos propios a la historia de un cine en mayúsculas. Y es que resulta casi imposible no pensar en ella (al menos en algún momento de nuestra vida) al descorrer de forma brusca la cortina de cualquier ducha. Lo mismo se podría decir de aquel caserón, aquella tétrica casa que es hoy día, casi 50 años después de ser presentada al gran público, todo un icono para el cine de de terror.

Pero quizá lo más curioso de este título, al menos lo que a mí más me llama la atención, sea que hablar de "Psicosis" es hablar de dos peliculas en una. La genialidad de Alfred Hitchcock le hizo una vez más adelantarse a su tiempo y construyó (no sé si de forma del todo consciente) una película cuya estructura hasta aquel momento era de lo menos habitual. Un título compuesto de dos partes bien diferenciadas que compondrían dos géneros muy pero que muy distintos.

El comienzo de la cinta nos presentaba a una bella ladrona, encarnada por Janet Leigh, que emprendía una larga huida con el dinero que acababa de robar de su empresa y que esperaba solucionara los graves problemas económicos por los que estaba en ese momento atravesando. No hablamos de la presentación de un personaje, hablamos casi de todo el desarrollo completo de una historia que, en muchos aspectos, resulta casi independiente de su continuación. A mediado del metraje, Marion (el personaje que encarna Leigh) para en un viejo motel a descansar y ahí comienza una nueva película. Ahí comienza la tétrica "Psicosis", ahí aparece Norman Bates con su terrorífica ambigüedad, ahí aparace, por primera vez en la cinta, aquel viejo caserón que tanto miedo nos causó. Otras películas posteriores jugaron con aquella dualidad estructural, como "Abierto hasta el amanecer" o incluso "La vida es bella", pero Hitchcock, una vez más, se adelantó a todos ellos.

El miedo llevado al terreno más psicológico, al más absoluto fetichismo en manos de un absoluto genio. El miedo encarnado en un Anthony Perkins que jamás logró desprenderse de este papel. Una película para la historia que resulta imposible borrar del recuerdo.

Místico

martes, 27 de enero de 2009

Un planteamiento sobrecogedor

La película de la que hablo hoy es cuanto menos una película extraña... de ésas que cuando terminas su visionado no te queda muy claro cuál era el objetivo que con ella se marcó su director, pero que a ti te ha despertado un sinfín de sensaciones distintas. Irónicamente esta película la vi siendo un niño y no sólo me impactó en aquel momento sino que siendo adulto la vi de nuevo y me impactó si cabe aún mucho más.

Para no llevarnos a confusión, adelantaré que la película de la que hablo hoy no es en sí una buena película, al menos no es una de esas obras que hacen avanzar el arte del cine o cambian el rumbo en el modo de concebir la narración de las historias. No es tampoco uno de esos títulos que pasan a la historia del séptimo arte por su original estructura o por la soberbia actuación de algunos de sus actores. Aquí no sucede nada de eso, nada en absoluto, aquí solo hay una película diferente, una película titulada "¿Quién puede matar a un niño?" que sin duda posee algo que la hace especial...

Posiblemente la fuerza de la cinta radica en el tema que trata, pero a diferencia de otros títulos similares a éste, como "Los chicos del maiz" o "El pueblo de los malditos", aquí no hay ninguna razón aparente por lo que sucede lo que en ella vemos, aquí no hay sectas ni entidades alienígenas que justifiquen la actitud de los infantes, aquí lo único que hay es maldad en estado puro. Y es posible que sea eso lo que más asusta, lo que más inquieta, porque cuando el mal no está justificado, cuando simplemente se manifiesta como parte intrínseca y necesaria de todo ser humano, entonces asusta de verdad. Si encima, como sucede en este caso, dicha entidad va unida a una etapa de la vida que todos tendemos a asociar con la más absoluta de las inocencias (por mucho que algunas noticias actuales se empeñen en demostrarnos lo contrario), entonces los estremecimientos son aún mayores.

Una película de 1976, dirigida por un talentoso Narciso Ibáñez Serrador, que ha pasado ya a la historia del más oscuro cine español.

Místico

lunes, 26 de enero de 2009

Una estructura narrativa tan original como asombrosa


No creo equivocarme si afirmo con rotundidad en este blog que "Memento" es la película más "original" que he visto en mi vida... Y no le doy este adjetivo porque su guión sea de ésos que nos deja a todos con la boca abierta, ni tampoco porque sea una de esas peliculas cuya estética y puesta en escena le otorgan una personalidad indiscutible. Si analizamos este título bajo estos prismas, "Memento" es una más de tantas. Un thriller con algunos momentos de interés, una historia más o menos interesante, pero una de tantas...

La originalidad de esta cinta radica en su estructura, en su montaje. Pero cuidado... Un montaje en nada parecido a aquel que se puso tan de moda con "Pulp Fiction" y que González Iñarritu explotó hasta la saciedad. Aquí no hablamos de historias cruzadas que forman un entramado espacio-temporal con cierto toque transgresor. No, "Memento" es una película mucho más sencilla que todo eso (o compleja, según se mire). La obra de Christopher Nolan simplemente se narra al revés.

¿Y por qué esta estructura? Lo mejor sin duda de todo su desarrollo es la justificación de dicha construcción narrativa. Existe un trastorno llamado amnesia anterógrada que provoca, en los sujetos que la padecen, la incapacidad de almacenaje de nuevos acontecimientos en lo que vendría a llamarse memoria a largo plazo. En otras palabras, en el momento en el que estos sujetos pierden la concentración en aquello que estaban haciendo, pierden automáticamente el recuerdo de dichas acciones. El protagonista de esta cinta padece dicho trastorno y el espectador que ve la película, lo padece con él. Todas y cada una de las secuencias de la misma están invertidas en su orden. Aquí no hay flasbacks ni flashforwards, aquí simplemente todo va en sentido inverso.

Leonard (Guy Pearce) padece amnesia anterógrada, algo que le dificulta enormemente su vida cotidiana pero que no le aleja ni un solo instante del objetivo que lleva marcado: encontrar al asesino de su mujer. Con cada uno de los saltos de secuencia nosotros, al igual que su protagonista, perdemos el sentido de todo lo que conocíamos hasta ese momento: ¿Qué hace ahora Leonard en este escenario? ¿Quién es la chica que se encuentra frente a él? ¿Y por qué sonríe de ese modo tan extraño?

Todo un ejercicio de memoria y retención que se hacen necesarios para ver este título y entender el conjunto tras los créditos finales, porque sólo cuando termina la cinta es cuando podemos empezar a reconstruir el puzzle completo con las piezas que nos han ido dando a lo largo del film... Eso o verla de nuevo con el mando a distancia en la mano e invirtiendo el orden de visionado de cada secuecia, que así todo tiene más sentido pero claro, se le quita toda la gracia.

Místico

viernes, 23 de enero de 2009

El talento de una actriz inconmensurable

En momentos como éste, cuando nuestra Penélope Cruz se encuentra nominada por segunda vez al Oscar de Hollywood y Javier Bardem cumple un año de la conquista del suyo, parece que no existieran más actores que los que componen la pareja más de moda de los últimos años. Realmente admiro a los dos y creo firmemente que si están ahí es por algo, pero considero que en blogs como éste también deben tener cabida otros tantos que, aunque no se encuentren tan de moda en este momento, nos han demostrado un talento por encima de lo habitual a lo largo de muchos pero que muchos años . Éste es el caso de la actriz de la que hablo hoy. Desde mi punto de vista, la mejor actriz que ha dado nuestro cine patrio: hablo de Victoria Abril.

No recuerdo siquiera cual fue la primera película que vi de este monstruo de la interpretación, supongo que alguna "a medias" porque mi madre se empeñaba siempre en que esta intérprete no era apta para mis ojos infantiles, dada su alta carga de erotismo y sexualidad que derrochaba en todos y cada uno de sus papeles. Fue quizá con el "Amantes" de Vicente Aranda cuando descubrí por primera vez que existía un modo de interpretar distinto al que ya conocía, el que hacía desprenderse a un actor de todo lo externo a su personaje y vivía el mismo desde sus propias vísceras y entrañas.

Muchas otras películas pude ver de Victoria Abril a lo largo de los años, entre las cuales destacaría posiblemente "Libertarias", pero fue con "Nadie hablará de nosotras cuando hayamos muerto" cuando terminó de conquistarme del todo. Y es que en aquella ocasión no vi a Victoria en ningún momento del film, sino a una prostituta de ambiente marginal llamada Gloria Duque que llevaba su vida hasta el extremo y conseguía ponerme la piel de gallina en innumerables momentos de la cinta. Allí no estaba la estrella del cine francés, allí estaba simplemente Gloria.

Polémica como pocas (a mí no me puede caer mejor) y talentosa hasta el extremo, parece ser que los franceses (como por desgracia viene siendo habitual) supieron valorarla más que nosotros y terminaron "adoptándola" en nuestro país vecino, país en el que es toda una estrella desde hace ya muchos años.

Gracias, Victoria. Gracias por enseñarnos a sentir, por enseñarnos a entender un personaje como tú hiciste con todos y cada uno de los tuyos.

Místico

jueves, 22 de enero de 2009

"La película que verás en más de una ocasión"

Esta rotunda frase acompañaba en 1990 la campaña de promoción de un título para el recuerdo: "Ghost". "La película que verás en más de una ocasión"... ¡Cuánta razón tenía! He perdido ya la cuenta del número de veces que he podido ver este título y creo no tener aún muy claro qué es lo que más me gusta del mismo. Unos actores (Patrick Swayze y Demi Moore) cuya química sobrepasaba la pantalla, una historia emotiva como pocas y esperanzadora como ninguna, una trama próxima al thriller pero con constantes guiños a la comedia (materializados en todas y cada una de las apariciones de una Whoppi Goldberg que jamás en su carrera estuvo tan brillante como aquí) y una historia de amor que incluso a los que nos resistimos a ellas nos conquistaría para siempre.

Y cómo no hablar de su banda sonora y, especialmente, de esa canción de la década de los 50 ("Unchained Melody") que esta película, más de 30 años después de ser compuesta, lanzó a cotas de máxima popularidad.

Hace unos años tuve el privilegio de ver con mis propios ojos algunos de los escenarios neoyorkinos en los que se rodó este título (callejón del asesinato incluido) y sin duda alguna fue algo que guardaré en el archivo de mi recuerdo de un modo muy especial, en el mismo rincón en el que se guardan las buenas películas o, al menos como ésta, las que supieron llegar a lo más profundo del corazón.

Místico

miércoles, 21 de enero de 2009

Un título sorprendente

Año 2003, acudo al cine para ver "Identidad", una película que se me antoja en aquel momento "del montón" pero, dado que la cartelera aquella semana no es especialmente brillante, la elección parece lo "menos malo" de todo lo que se proyecta ese día. Una hora y media después salgo realmente sorprendido.

Así podría resumirse en pocas palabras la experiencia que tuve con esta cinta hace ya más de cinco años. James Mangold, rodeado de un reparto ciertamente atractivo (John Cusack, Ray Liotta y una "recuperada" Rebecca de Mornay entre otros), nos presentaba una cinta que bebía de la obra de Agatha Christie "Diez Negritos" pero que conseguía darle una vuelta de tuerca aún más brillante. Un climax realmente angustioso y una trama bien pensada daban lugar a uno de los finales más originales vistos por mí en los últimos años.

Un título sorprendente y una frase de partida que aún no he conseguido quitarme de la cabeza: "Al final de la escalera vi a un hombre que no estaba allí... Esta noche lo volví a ver. Quisiera hacerlo desaparacer" Da miedo, ¿verdad?

Místico

martes, 20 de enero de 2009

La magia de una criatura inolvidable

Cuando uno recuerda las películas que le llegaron cuando era pequeño, que le llenaron de magia cuando no contaba con ningún conocimiento técnico que pudiese influir en la valoración de una cinta, surgen inevitablemente títulos como éste.

Muchas fueron las películas que, para aquellos que fuimos niños en la década de los 80, nos dejaron huella para siempre. Títulos como "Regreso al futuro", "Los Goonies", "La historia interminable" o "E.T." forman parte ya del recuerdo de todo treintañero que se precie. Sin embargo, pese a que muchos fueron los títulos que nos acompañaron a los niños de tan mítica década, de todos ellos yo me quedo sin duda con éste.

"Gremlins" fue algo más que el capricho "navideño" de Steven Spielberg, fue la magia hecha criatura, la ternura extrema de un Gizmo que todos quisimos tener como mascota (por mucho que el mismo resultase en ocasiones "peligrosamente" especial). Fue, al mismo tiempo, un derroche de ingenio y simpatía que en 1984 fue duramente tratado por algunos de los críticos, al no considerar este título apto para los más pequeños. ¡Cuánto han cambiado los tiempos desde entonces!

Y es que han pasado ya casi 25 años desde el estreno de este título (del cual se rodaría una secuela seis años más tarde) y aún me sorprendo alguna vez tarareando aquella misteriosa musiquilla que nadie entonaba mejor que Gizmo en el interior de su ya mítica caja de cartón.

Místico

lunes, 19 de enero de 2009

El título que hizo a Cary Grant perder la compostura

¡Cuánto tendrían que aprender las comedias de hoy día de este clásico de Frank Capra! Un título que nos dejaba claro que nada mejor que un buen guión para encender una amplia sonrisa y que nos enseñaba también que, si se ponía en las manos adecuadas, Cary Grant podía perder la compostura y resultar incluso divertido (aunque durante muchos años se empeñase en demostrarnos todo lo contrario). Dicen que pocas veces el actor inglés se sintió tan incómodo en un rodaje. Y es que en "Arsénico por compasión", Capra apenas le dio tregua. Acostumbrado a "mantener el tipo" en todos y cada uno de los planos, aquí a su personaje se le pedía justo lo contrario. Nunca hasta la fecha se había visto al mítico actor gesticular de aquel modo, perdiendo esa compostura que tanto le había caracterizado. Todo un logro para Capra, anotándose aquel tanto que quedaría grabado para siempre en la historia del séptimo arte.

Una historia con mucho humor negro que nos presentaba a dos adorables abuelitas (magistrales Josephine Hull y Jean Adair) que escondían un pequeño secreto, el mismo que no tardaría en descubrir su recién casado sobrino, dando con ello lugar a un sinfín de divertidas y esperpénticas situaciones, a cual de ellas más divertida.

Una puesta en escena tan "teatral" que no tardaría en tener su version en las salas de teatro y una muestra más (y en este blog desde luego ya es todo un clásico) de hasta donde podía llegar el talento de Frank Capra.

Místico

domingo, 18 de enero de 2009

El más bello de los diamantes

Los años sesenta han comenzado. Estamos en Nueva York, más concretamente en el escaparate de su joyería por excelencia: Tiffany's. Asomada al mismo se encuentra una figura menuda, una figura que observa las joyas que se atesoran tras él mientras su mente divaga por mundos que sólo ella es capaz de imaginar. Si mirásemos en ese momento sus ojos nos sorprenderían por su brillo, aunque nos costara adivinar si es debido al reflejo de los diamantes que está observando o porque son la manifestación clara de la estrella que guarda dentro.

Esa figura se llama Audrey Kathleen Ruston, aunque en algún momento de su vida tuviese que decir que se llamaba Edda Van Heemstra, para evitar que se destapasen sus orígenes británicos en una Holanda azotada por la Segunda Guerra Mundial, una guerra que marcaría para siempre la vida de esta solitaria figura.

Si por un instante nos dejásemos hipnotizar por su sonrisa, nos costaría imaginar a esta muchacha teniendo que renunciar a su deseo de ser bailarina, porque en aquel momento su familia necesitaba el dinero por encima de la realización de cualquiera de los sueños. Tampoco pensaríamos jamás, observando esa inocente cara reflejada en el escaparate, que esos ojos fueron testigos de varios fusilamientos al poco tiempo de abrirse al mundo. Y es que, ¡cuántos secretos parece guardar esta muchacha! No sería difícil, en cambio, observar su frágil constitución y comprender que aquel cuerpo supo lo que era pasar hambre y sufrir anemia, porque aunque han pasado unos cuantos años ya desde entonces, la silueta que hoy se adivina tras el cristal aún refleja los estragos de la más terrible de todas las guerras. Pero no nos engañemos porque, aunque parezca frágil, aunque por un instante pudiese parecer que esta figura se rompería tan sólo con soplar enérgicamente el viento, esta muchacha es fuerte, tan fuerte como los deseos que siente ahora de lucir uno de esos diamantes en alguno de sus elegantes dedos. Elegante, sí... Creo que no existe palabra que pueda definirla mejor: elegancia innata que venció al hambre, que venció a la guerra, que venció incluso al abandono de su progenitor, que también pudo con el paso del tiempo, que pudo incluso con la muerte... Elegancia, sin duda, elegancia. Ninguna otra palabra podría definirla mejor.

Y sólo ahora, cuando ya conocemos un poco más esta escena, nos asalta la duda de quién estará observando a quién a través del cristal. Quizá sean esos pequeños brillantes los que lucen hoy más bellos que nunca porque están asombrados ante una visión, la de la más grande de todas las joyas que por un momento se detuvo al otro lado del más famoso escaparate de Nueva York.

¡Dedicado a tí, Audrey!

Místico

viernes, 16 de enero de 2009

El retrato femenino de una guerra absurda

Los sentimientos que despierta una película deberían estar por encima de ideologías y de bandos. Y digo esto porque el excelente título del que hablo hoy no debería ser infravalorado jamás por ningún contenido político. Películas sobre guerra civil ha habido muchas, eso está claro, pero pocas me llegaron y sobrecogieron del modo que hace años consiguió hacerlo ésta.

Vicente Aranda, en 1996, nos mostraba la guerra civil española desde el bando revolucionario y comunista (hecho por otra parte bastante habitual en nuestro cine) pero lo hacía bajo un punto de vita más desconocido: aquel que subrayaba el papel que en el mismo tuvieron algunas de sus mujeres. Está muy claro que este enfoque "partidista" no gustó a muchos, pero considero que el cine debería estar por encima de todo eso. Cuando un título como éste consigue transmitirnos lo que "Libertarias" hizo, cuando tres excelentes actrices de la talla de Victoria Abril, Ana Belén y Ariadna Gil consiguen que sintamos esa visceralidad propia de mujeres que allí retrataron, tan sólo resta quitarse el sombrero y entender que el cine puede con cualquier guerra.

Místico

jueves, 15 de enero de 2009

La grandeza de un título histórico

Han pasado ya casi doce años desde que se estrenara esta cinta, doce largos años a lo largo de los cuales ningún título posterior conseguiría arrebartarle los dos records que aún hoy ostenta. Ha sido y continúa siendo la cinta más taquillera de la historia del cine, así como la que mayor número de Oscars atesora en la actualidad (compartiendo este record, eso sí, con "Ben Hur" y la tercera parte de "El Señor de los Anillos"). A esto hay que sumar el que en su momento se conviertiese, como era previsible, en la producción más cara rodada en la historia.

Y es que "Titanic" es ya algo más que un clásico. Estoy seguro que dentro de muchos pero que muchos años podremos contar a nuestros nietos que nosotros estuvimos en el estreno de la película, que fuimos unos privilegiados porque vivimos en primera persona todo el fenómeno que se desató a su alrededor, porque "Titanic" es ya uno de esos títulos cuyo huella jamás será borrada de la historia del séptimo arte, uno de los títulos más representativos de nuestro cine más reciente.

Cierto es que la pereja protagonista no terminaba de cuajar (por mucho que a mí finalmente sí me convencieran), cierto también es que ésta ha sido una de esas películas que más polémicas ha despertado, bien fuese por sus errores de raccord o por los fallos argumentales y narrativos que poseía el guión, pero lo que nunca debemos olvidar es que "Titanic", por encima de cualquier polémica, fue una película muy bien hecha.

La magistral puesta en escena cuidada hasta el más mínimo detalle (réplicas exactas del barco original convertidas en el más exigente de los atrezzos), unos efectos especiales brillantes, una fotografía digna de Oscar, una dificilícima dirección superada con nota por un magistral James Cameron y unos Leonardo di Caprio y Kate Winslet que, pese a diversas controversias, consiguieron ganarse su imborrable hueco en la historia. Quizá falló el guión, innecesariamente largo en su primera parte, pero que conseguiría engancharnos a medida que iba avanzando la historia.

Reconozco que me emocioné viendo esta cinta, y no sólo por la historia que me contaron (que sin duda también), sino especialmente por comprobar que cuando Hollywood quería aún sabía rodar títulos inolvidables. ¡Enhorabuena, Cameron!

Místico

miércoles, 14 de enero de 2009

La angustia de un título sobrecogedor

Mucho se podría hablar de un título como éste, tanto como malas secuelas ha tenido que sufrir. Cuando pienso en "Saw" lo hago con cierta pena. Pienso en este título como en aquel que pudo convertirse en todo un clásico dentro del género pero que año tras año, secuela tras secuela, se fue marchitando hasta quedar convertido en lo que hoy día es. Pero, ¿qué me hace hablar hoy de esta cinta? La respuesta es sencilla. "Plano Medio" es un blog que habla de "buen cine" (o al menos lo que yo entiendo por tal) y si me limito únicamente al título que a todos nos sorprendió allá por el año 2004, creo que tiene ganado ya su más que merecido espacio.

Con un modesto presupuesto, con prácticamente una sola localización y dos personajes principales sobre los que giraba toda la trama, James Wan nos hacía una macabra propuesta: la de participar como espectadores en un complejo juego que bebía, como no podía ser de otro modo, de diversas fuentes cinematográficas. Un título que hacía guiños a otros tan irrepetibles como "Cube" o "Seven" pero que no quedaba para nada ridiculizado ante tan altos referentes. La angustia que nos transmitían cada una de las macabras propuestas de Jigsaw (el mismo que no tardaría en convertirse en todo un icono para el cine de terror), era realmente sobrecogedora. Un compleja trama que nos levantaba constentemente del asiento y que resultaba tan milimétricamente pensada que apenas contaba con fisuras.

Un título, en fin, que renovó un genero que ya parecía marchitado y que sirvió de antesala para una segunda parte que fue la única de sus secuelas que supo, en cierto modo, mantener ligeramente el nivel de la primera. Y digo ligeramente porque igualarla hubiese sido sencillamente imposible.

Místico

martes, 13 de enero de 2009

Nada comparable a la pureza de algunos sentimientos

¿Es necesaria realmente la palabra? ¡Cuántos sentimientos se pueden transmitir con una simple mirada, con un simple gesto! Cuando alguien ama por encima de todo... ¿acaso no es suficiente con sentirlo? Jane Campion nos hizo amar la música y entender ciertos sentimientos de un modo inconmensurable con "El Piano". Holly Hunter, muy justamente oscarizada por este papel, sería la encargada de hacernos sentir y comprender que existían infinitos modos de comunicación, tantos como sentimientos podía atesorar un alma humana. Este título también nos enseñaría que la pasión podía ser el sentimiento más puro de todos ellos, el más incondicional, especialmente si nacía de las mismas entrañas del ser humano, la pasión por sentir las teclas de un piano abandonado en la playa o la nacida de los instintos más básicos de cualquiera de los hombres.

Magistral sin duda Anna Paquin, la niña de apenas diez años que subiría aquel año, gracias a este papel, a recoger un Oscar y magistral, soberbia e inolvidable su banda sonora, porque pensar en esta película y no escuchar de fondo aquellos notas de Michael Nyman resulta hoy día practicamente imposible.

Una película de 1993 que tiene ya su pequeño hueco en la historia.

Místico

lunes, 12 de enero de 2009

Cuando el cine se amó a sí mismo

Resulta imposible amar el cine y no amar esta película. La pasión que muchos sentimos por la más joven de las artes pocas veces ha sido plasmada en la gran pantalla de un modo tan acertado como Giuseppe Tornatore consiguió allá por el año 1988. Y lo hizo en la piel de un niño, en la de un niño que aprendería todo lo que se puede aprender del séptimo arte de la mano de su gran amigo Alfredo, aquel proyeccionista que a más de uno nos robaría para siempre el corazón. Un niño que, por encima de conocimientos técnicos (aquellos que aprendería más tarde para convertirse en un prestigioso director de cine), aprendería a sentir, a entender y a amar aquello que se proyectaba en ese viejo cine de barrio como pocas cosas se aman en esta vida.

Los últimos minutos del film, con esa bellísima banda sonora que ha pasado ya a la historia del séptimo arte, son ya todo un reto: el de ser capaz de visionarlos al completo sin que los ojos se llenen de lágrimas (reconozco que aún no he sido capaz de superarlo).

Un título IMPRESCINDIBLE para todos aquellos que no entendemos nuestras vidas sin "la más bella de las artes". Gracias Tornatore por este "regalo", gracias por tu "Cinema Paradiso", el título que más de uno llevaremos para siempre en el corazón.

Místico

sábado, 10 de enero de 2009

Querida Norma Jeane:

¿Qué puedo aportar desde aquí? ¿Qué puedo decirte que no se haya dicho ya, que no hayas leído o que, allá donde estés, no hayas podido escuchar? Es difícil, sin duda, muy muy difícil. Cuando escribes una carta a la mujer que acuñó el significado último del término "mito", al rostro que se erigió como icono no sólo del cine, sino de toda una cultura pop... ¿Qué más se puede decir?

Aún así, esta carta va dirigida a ti, Norma. Eso no debo olvidarlo. Va dirigida a esa niña que deambuló dramáticamente por tristes orfanatos y que fue pasando de mano en mano porque nadie, en el fondo, quería hacerse cargo de ella. Qué irónica es a veces la vida, ¿verdad?. Una modesta carta que va también dirigida a esa joven superviviente, la misma que tuvo que enfrentarse a la dureza de una vida que le dió la espalda para luego mostrarle su más falsa e interesada sonrisa. ¡Cuántas frías y largas noches tuviste que pasar pensando en esos padres que no estuvieron ahí o en esas parejas que no te quisieron lo suficiente cuando deambulabas sin un penique por las calles de Nueva York! Sí, la misma ciudad que años después quedaría rendida por completo a tus pies, pero que en aquel momento te mostraba la más fría y amarga de sus caras. Nadie mejor que tú comprendiste lo falso que podía ser el universo del papel couché, porque nadie mejor que tú sufrió el rechazo de un mundo que luego quiso compensar su error elevándote como a nadie en un decorado de papel cartón, el mismo que se utilizó en tantas y tantas de tus películas. Y ni siquiera cuando estabas ahí arriba, ni siquiera cuando todo un planeta se arrodillaba a tus pies, pudiste esbozar una verdadera sonrisa. Y no lo hiciste porque tras aquella melena rubio platino, seguía estando Norma. Bajo todo aquel personaje inventado por la 20th Centuy Fox seguía estando aquella chica asustada, aquella superviviente que se sentía despreciada por el mundo, porque aquellos primeros años de tu vida, Norma, te acompañarían el resto de tu vida.

¿Quién se acordaba entonces de aquella niña? ¿Quién recordaba a la joven que en tantas ocasiones estuvo al borde de la más absoluta desesperación? Nadie, simplemente nadie, porque por aquel entonces ya sólo interesaban esa caída de ojos, esa boca sensual o esas curvas que dieron un nuevo significado el término "erotismo". ¡Qué poco importaba ya Norma! Y no importaba nada porque había nacido ella: la rubia platino que había eclipsado para siempre la vida de aquella joven de Los Ángeles. Para todos menos para ti, claro está. Tú nunca la olvidaste, porque debajo de todo aquel maquillaje y de todos esos resplandecientes focos, seguían estando los ojos de Norma, de aquella niña asustada que nunca supo lo que era el cariño. Seguía estando Norma Jeane. Aunque el resto del mundo estuviese adorando a Marilyn Monroe...

Místico

viernes, 9 de enero de 2009

Imprescindible en cualquier época del año

Muchos podrán creer que ya se ha pasado la fecha para hablar de esta película, más que nada porque es "el título" por excelencia asociado a la Navidad. Sin embargo, creo firmemente que el genio de Capra está por encima de temporalidades.

La historia, conocida por todos, nos presenta a un James Stewart más emotivo que nunca que, tras un intento fallido de suicidio, tiene la oportunidad de comprobar qué hubiese sido de la vida de aquellos que le rodean si él, cómo ansía en ese momento, nunca hubiese nacido.

Quizá lo que más llama la atención de este título sea su guión, un guión que ha pasado a la historia por su carácter emotivo pero que, sin embargo, a mi me pareció absolutamente adelantado a su tiempo. Tengamos en cuenta que estamos hablando de un título de 1946, donde el clasicismo en el desarrollo de las historias y en la linealidad temporal eran asignaturas más que obligadas. Frank Capra, sin embargo, nos presentaba aquí una historia plagada de flashbacks, flashforwards y linealidades alternativas que se harían muy populares pasados muchos pero que muchos años, pero que en aquellos tiempos aún no gozaban de ninguna popularidad.

Un título clasico (linealidades temporales aparte "¡Qué bello es vivir!" es una película muy pero que muy clásica) que ha sabido llegar incluso a los que no gustan de este tipo de cine. ¡Enhorabuena, Capra!... una vez más.

Místico

jueves, 8 de enero de 2009

Sentimentalmente imborrable

Pocas veces un título como éste supo calarme de la misma manera. En 1996, compartiendo cartelera con la ya clásica "Seven", se presentaba una película de época protagonizada por Robin Wright y Morgan Freeman que parecía perfecta para los amantes de un cine digamos algo "pastelón". Para los que no éramos amantes de este género, la propuesta en sí poseía sin embargo otros atractivos, entre los que cabría citar a su pareja protagonista (una Wright que se prodigaba y se sigue prodigando poco y un Freeman más de moda que nunca), así como una ambientación y unos escenarios cuanto menos llamativos.

"Pastelona" hay que reconocer que la película lo era... y un rato, no apta digamos para "todos los públicos", pero el guión era de los que enganchaban. Sus personajes estaban tan bien perfilados y la historia tan bien construida que no sólo hicieron que disfrutase enormemente de la misma, sino que, a día de hoy, "Moll Flanders" ya ocupa un lugar de honor en mi amplia videoteca.

Un título absolutamente recomendable para aquellos a los que, en ocasiones, nos gusta emocionarnos con historias como ésta.

Místico

miércoles, 7 de enero de 2009

Brillantez técnica y argumental

Uno de esos títulos que optas por ver en más de una ocasión. Guillermo del Toro, en un universo donde nadie se manejaba tan bien como él, nos presentaba este cuento dramático donde fantasía y realidad se unían formando un todo. Muchos quedamos boquiabiertos ante el derroche técnico y argumental que se plasmaba en la imaginación de una niña que intentaba huir inútilmente de la durísima realidad que le rodeaba, pero que terminaba atrapada en el engaño de sus propias fantasías, porque escapar de una realidad como aquella resultaba simplemente imposible.

Un plantel de actores impecable, donde una brillantísima Maribel Verdú nos recordaba a personajes de antaño, cuando esta actriz conseguía encogernos el corazón con cada una de sus palabras. Una cinta que nos presentaba a una Ivana Baquero que se convertiría aquel año en la absoluta revelación de nuestro cine y a un Sergi López que, como ya venía siendo habitual, nos enseñaba a todos lo que era una interpretación en mayúsculas.

Nunca en la historia de los Oscars se vio a tantos españoles subir a recoger un premio como en el año en el que "El laberinto del fauno" pisaba la alfombra roja. Aquella noche la cinta se llevaba de calle un importantísimo número de premios técnicos pero, lamentablemente, lo haría bajo bandera mexicana, porque desde el Ministerio de Cultura se retiró el apoyo a este título para favorecer a "Volver" y a la nominación de Penélope Cruz. ¡Menudo patinazo de nuestra ministra cuando ni siquiera mencionó las seis nominaciones que la cinta había cosechado el día que se hizo pública la lista de nominados 2006! Sí se acordaba en cambio de las nominaciones de dos de nuestros cortometrajistas, dejando con ello claro que era muy consciente de la GRANDÍSIMA METEDURA DE PATA que habían tenido con este título. La pena de todo esto es que será difícil que se vuelva a repetir algo parecido y que nuestro cine tenga la oportunidad de dejar el listón tan alto como "El laberinto del fauno" pudo dejarlo aquella noche. ¡Lástima, de verdad!

Místico

lunes, 5 de enero de 2009

Mucho más que el retrato de "La Gran Depresión"

Reconozco que siento cierta debilidad por el cine clásico. Reconozco también que en ocasiones puedo resultar pesado cuando insisto una y otra vez en la importancia de echar la vista atrás y comprobar qué es lo que se hacía años atrás para entender y valorar mejor el cine de nuestros días. Pero es que cuando uno se encuentra con títulos como "Las uvas de la ira", entiende por qué los años 40 fueron y siguen siendo la referencia absoluta en cuanto a buen cine se refiere.

Esta obra de John Ford, basada en el libro de John Steinbeck y protagonizada por un inconmensurable Henry Fonda no sólo emociona sino que, además, convierte al espectador en partícipe de una "Gran Depresión" nunca mejor plasmada en la gran pantalla. Los ambientes, la puesta en escena, sus magistrales interpretaciones y el excelente trabajo de Ford en la dirección, cuestionan una vez más la justicia de unos premios llamados Oscar, que en aquel lejano 1940 tan sólo premiaron a este título con dos de sus galardones (eso sí, merecidísimos tanto para su director como para una soberbia Jane Darwell).

Desde aquí, una vez más, mi apuesta por un título CLÁSICO. Y esta vez el término va en mayúsculas, porque éste es uno de esos títulos que, por mucho que avance el cine, jamás debería ser borrado de la historia del séptimo arte.

Místico

viernes, 2 de enero de 2009

El desenlace que hizo pasar un título a la historia


Para un fanático del género fantástico como es el que escribe, crear un blog de títulos inolvidables y saltarse éste resulta imperdonable. La obra más importante de Night Shyamalan, el título que nos hizo comprender que un giro argumental podía hacer pasar una película a la historia del cine, la obra que dio a conocer al mundo a un prodigioso Haley Joel Osment y que nos hizo creer que Bruce Willis era capaz de hacer algo más en una pantalla que saltar por encima de los coches.

Está claro que "El sexto sentido" es hoy recordada (diez años después de su estreno) por su sorprendente final, pero es de justicia reconocerle otros muchos méritos que hicieron de ésta la mejor de todas las obras de un Shyamalan que fue perdiendo fuerza con el resto de sus títulos ("bosques" aparte). El primero de estos méritos se llamaba Haley, un niño de apenas 10 años que nos dejaba a todos con la boca abierta con una interpretación que le valdría una merecidísima nominación al Oscar. Pero Haley no estaba solo. El resto del reparto supo estar a la altura, desde un Bruce Willis que sorprendía a propios y extraños hasta una Toni Collete que bordaría un papel con una altísima carga dramática. De su guión, poco se puede añadir ya. Cuidado hasta el extremo en cada una de sus secuencias para llevarnos a una sorpresa final que nos dejaba a todos clavados en la butaca. Unas secuencias que fueron tratadas con bisturí para no perder en ningún momento el sentido una vez fuera descubierto el final, pero al mismo tiempo facilitaran al espectador más hábil los datos necesarios para adelantarse a tan conocido desenlace. El trabajo de Shyamalan, su planificación, la soberbia utilización del sonido... Muchos aciertos y una frase para la historia del cine: ¿Quién no recuerda a Osment tapado con aquella manta confesándole a Willis aquello de "En ocasiones veo muertos"? Esperemos que Shyamalan nos vuelva a mostrar algún día ese talento, porque "en ocasiones" supo también estar a la altura.

Místico