martes, 30 de junio de 2009

Nada más peligroso que algunas obsesiones

Veintidós años después de su estreno "Atracción fatal" continúa teniendo fuerza. Posiblemente porque los temas que aquí se tratan difícilmente pasarán algún día de moda o tal vez porque consigue hacernos reflexionar sobre el por qué de ciertos comportamientos que no por peligrosos se dan en menor medida.

Cierto es que lo que aquí plasmaba Adrian Lyne estaba llevado hasta el más absoluto extremo, un hecho que, pese a provocar que la cinta no brillase como podría haberlo hecho, no fracasaba en su intento de que los espectadores se identificasen con unos personajes que permanecieron en el subconsciente colectivo durante un buen número de años. Este enfoque tan extremo provocaba que se indagara menos en la psique de los protagonistas, especialmente en el interesantísimo personaje de una soberbia Glenn Close (de la que se presiente hay tanta historia detrás que daría para varias películas) y se optara por convertir el final del metraje en un thriller demasiado efectista que empobrecía la profundidad de la obra completa. Curioso resulta conocer que existió un final alternativo mucho más realista que desde mi punto de vista hubiese encumbrado esta cinta muy por encima de la posición que ocupa hoy día. En aquel momento primó el interés comercial por encima del valor argumental y se escogió el final equivocado. Uno de esos errores dados en el mundo del cine que a día de hoy aún hay que lamentar.

Una película nominada a seis Oscar donde Glenn Close, Michael Douglas y Anne Archer compusieron uno de los triángulos amorosos más creíbles de los irrepetibles años 80.

Místico

lunes, 29 de junio de 2009

Las dantescas consecuencias de una Guerra Fría

Hoy quiero presentar en "Plano Medio" una de esas películas difíciles de encontrar en tiendas especializadas, en parte porque el término "descatalogada" la ha acompañado fielmente a lo largo de muchísimos años. Hace unos meses, en una visita a la capital palentina, tuve la suerte de reencontrarme con ella y hoy, recordando aquel fin de semana, quiero destacarla a modo de homenaje.

Una oscura producción que databa de 1983 y que nos mostraba los devastadores efectos de una guerra nuclear en un pequeño pueblo norteamericano. La fuerza de esta película radicaba en su fecha de estreno, en unos años de Guerra Fría entre Estados Unidos y la Unión Soviética que hacían que esta historia tuviese cuanto menos cierto grado de credibilidad. La presentación de sus personajes, de aquellos sencillos habitantes de tan trágico pueblo, tan pausada que conllevaba la primera hora de metraje, conseguía que la identificación con los mismos fuese absoluta, efecto con el cual se conseguía que la segunda parte (la que nos narraba el impactante holocausto nuclear) fuese aún más sobrecogedora.

"El día después" era una película dura, donde no encontrabamos héroes ni guerras justificadas con algún extraño patriotismo. Aquí lo que se nos mostraba era el horror al que el mundo podía estar expuesto en unos años de tensión extrema. Una amenaza que, aunque dificilmente será extinguida algún día, en aquellos ochenteros años alimentaba una psicosis mundial que alcanzaba cotas extremas entre los habitantes de Estados Unidos.

Yo no era americano pero apenas era un niño cuando vi este título por primera vez y sin duda me impactó. Y me impactó tanto que que en ocasiones incluso hoy, más de 20 años después, cuando por una razón u otra mi vista se levanta hacia el cielo, me sorprendo a mí mismo recreando en mi mente imágenes de esta película.

Místico

viernes, 26 de junio de 2009

"La mano que mece la cuna es la mano que domina el mundo"

Recientemente se estrenó en nuestros cines "Obsesionada", una película inspirada en la ochentera "Atracción fatal" que a mí personalmente me hizo recordar un título bien diferente. Y es que en el año 1992 vio la luz en todo el mundo una cinta de título cuanto menos curioso que no sólo significó el trabajo más importante en la carrera de la actriz Rebecca de Mornay, sino que también nos enseñó a muchos que un trabajo bien hecho y una historia bien construída podían dignificar el cine más comercial llegado del otro lado del océano.

Curtis Hanson (director entre otras de "L.A. Confidential") construyó una buena narración, de excelente ritmo y gran trabajo actoral que, pese a su carácter previsible, convencía en todo aquello que narraba. Y es que Rebecca de Mornay llegaba a dar miedo de verdad. Bajo aquel rostro frágil y bello se escondía un mal tan creíble que sólo necesitaba de un plano (aquel en el que aparacía comiendo una manzana tras haber cometido su primer asesinato) para convencernos a todos de la intensidad de su odio. Gran trabajo también el de Annabella Sciorra y Julianne Moore así como el de un Ernie Hudson cuyo secundario papel brillaba a la misma altura que el de la propia De Mornay.

Un thriller al más propio estilo de los años 90 tremendamente recomendable que, pese a perder cierta fuerza en sus previsibles secuencias finales, conseguía transmitirnos altas dosis de tensión.

Místico

miércoles, 24 de junio de 2009

Retazos de una infancia

Son muchas las razones por las que hoy quiero hablar de esta película, diferentes motivos entre los cuales opto por quedarme con el más importante de todos: lo mucho que me entusiasmó cuando apenas contaba con doce años.

"Cariño, he encogido a los niños" supuso uno de los éxitos más importantes en la historia de la factoría Disney en cuanto a producciones con actores reales se refiere. Una película dirigida por Joe Johnston (responsable de los efectos especiales de "Star Wars" e "Indiana Jones") que debutaba con esta película en tareas de dirección. Se cuenta que el guión con el que John se encontró originalmente era bastante más oscuro que el que finalmente reconstruiría en la cinta, un guión que incluía la muerte de uno de los niños (cinco en un principio) en su viaje de regreso a casa.

El resultado final: una película de aventuras apta para toda la familia, aunque más enfocada a un público infantil, que suponía una buena apuesta por los efectos especiales de aquellos años (1989). El protagonismo de la cinta no recaía en este caso en los actores, sino en los grandes escenarios en los que se desarrollaba la trama. Unos escenarios bien logrados que irónicamente resultaban ser de lo más cotidianos, de ahí la fuerza de la historia y, en definitiva, de toda la película.

Rick Moranis (representando una vez más ese papel de intelectual estúpido del que parecía no querer despegarse) se erigió como el actor estrella de la cinta, de una película en la que para mí destacaba bastante más otro de sus personajes: aquella joven hormiga que acompañaría a los chavales en su aventura por el cesped del jardín (¡Qué extraña resulta esta frase!). Y es que conseguir, como se consiguió aquí, que sintiesemos tanto cariño por uno de estos insectos (hasta el punto de lamentar su posterior pérdida del modo que lo haríamos) resultó ser algo cuanto menos digno de admiración.

Místico

jueves, 18 de junio de 2009

Una rebeldía totalmente justificada

Lo que James Dean consiguió a mediados de los 50 para la gloria del séptimo arte ha sido algo hasta la fecha inigualable. Con sólo tres películas importantes en su carrera este actor americano consiguió convertirse no sólo en un mito para la historia del cine, sino también en todo un icono mediático que ha sabido mantenerse imperturbable a lo largo de cinco larguísimas décadas. Encontró la muerte a los 24 años en un fatal accidente de tráfico, pero dejó como principal legado tres películas absolutamente inolvidables: "Al este del Edén", "Gigante" y el título que posiblemente más le ayudó a encumbrarse como mito: "Rebelde sin causa".

Está claro que esta película no tendría el peso del que hoy hace gala si no hubiese sido protagonizada por Dean, como tampoco habría pasado a la historia del cine si el joven actor no hubiese encontrado la muerte a una edad tan prematura, pero el caso es que ambas cosas sucedieron y hoy "Rebelde sin causa" es casi una película de culto.

Una cinta que nos mostraba que la delincuencia y rebeldía entre los jóvenes no tenía que ir necesariamente ligada a las clases sociales más bajas, sino que en los niveles acomodados los grados de inconformismo entre los jóvenes americanos podían ser tan altos que la única solución factible se encontraba en las peleas con navajas, las carreras de coches frente a acantilados mortales o las pistolas de gatillo fácil.

Sin duda lo más interesante de toda la cinta radicaba en aquellos motivos (familiares todos) que hacían a estos jóvenes comportarse de aquella manera, indagar en las "causas" (porque sí que las había) de estos comportamientos, ya fuese un complejo de Electra, una homosexualidad encubierta unida a una tremenda falta de cariño o el miedo a heredar lo que en un padre tanto se rechazaba.

Místico

miércoles, 17 de junio de 2009

Cuando las pasiones se vuelven peligrosas

Siempre he creído que la genialidad de Pedro Almodóvar se dejó ver más en las apuestas de comedia que en cualquiera de sus grandes dramas (pese a la especial inclinación del cineasta en los últimos años a este último género). Y es que películas como "Mujeres al borde de un ataque de nervios" demostraron que la vis cómica del director manchego era simplemente inigualable.

A pesar de ello, en 1987, Pedro nos presentaba una película dramática que desde mi punto de vista podría incluirse entre los mejores trabajos del controvertido director. Para ello contaba con su musa en aquel momento, una Carmen Maura que supo mostrarse absolutamente brillante, así como con un Antonio Banderas que comenzaba a ser ya fijo en las producciones del manchego. Un Banderas que compartiría con Eusebio Poncela (supuesto protagonista de esta historia) una de las escenas más polémicas de toda la película, no en vano estamos hablando de una de las primeras secuencias de sexo explícito homosexual que podíamos ver en una pantalla grande. Micky Molina y una jovencísima Manuela Velasco ([REC]) completaban el reparto de la cinta.

La historia principal, protagonizada por Poncela y Banderas, de pasiones desatadas y absolutamente incontrolables se enriquecía enormemente gracias a Tina, aquel transexual interpretado por Carmen Maura que se mostraba repleto de conflictos familiares, religiosos y existenciales. En ella recaía además el peso de la escena más famosa de toda la cinta, una secuencia de altísima carga sexual y brillante realización en la que su personaje pedía a un barrendero de la calle que la regase con su manguera para sofocar con ello el calor. Esta escena se ha convertido ya por méritos propios en una de las más iconográficas que dio el cine de los años 80.

"La ley del deseo": Un título absolutamente imprescindible en la filmografía de Pedro Almodóvar.

Místico

lunes, 15 de junio de 2009

Tragedia "shakespeariana" a ritmos urbanos

Figura desde hace unos cuantos años en la lista de películas con más premios Oscar de la historia del cine, concretamente diez, sólo por detrás de "Ben Hur", "Titanic" y "El retorno del Rey". "West Side Story", el musical que suponía la adaptación urbana de la obra de Willliam Shakespeare "Romeo y Julieta" y que era narrada en esta ocasión entre bandas callejeras del Nueva York de los años 60, tuvo sin duda muchas puntos a su favor, pero creo firmemente que esta lluvia de premios fue tremendamente exagerada.

Cierto es que muchos de sus números musicales (de puesta en escena intachable) engrandecieron una película que nació para recoger el testigo del exitoso musical de Broadway que llevara el mismo nombre, logrando pasar muchos de ellos no sólo a la historia del cine sino también al subconsciente colectivo de millones de personas. Todo esto es cierto, pero también lo es que si obviamos sus números musicales (y hablando de "West Side Story" esta empresa se antoja cuanto menos complicada) lo que nos queda de ella apenas merece un mayor reconocimiento.

La credibilidad de su historia apenas se sostiene por sí misma. Analicemos para ello un solo ejemplo: "West Side Story" se desarrolla en un solo día, es decir, 24 horas a lo largo de las cuales Natalie Wood y Richard Beymer se conocen y se enamoran. Hasta aquí todo podría ser "normal", pero ¿cómo es posible que la pasión entre ambos alcance cotas tan altas en tan corto espacio de tiempo como para hacer olvidar a la protagonista que horas antes de escapar con su amado, éste acaba de asesinar a su propio hermano?... Creo sinceramente que otras propuestas de la época como "Esplendor en la hierba" o "Rebelde sin causa" conseguían emocionarnos más de un modo bastante más creíble.

Sigo manteniendo que esta película contó con muchos puntos a su favor. Su trabajo actoral apenas mostraba fisuras, así como ciertos momentos de la cinta brillaron con luz propia. Valga de ejemplo la escena en la que ambos protagonistas se conocían. Creo que pocos "flechazos" han sido tan bien llevados al cine como cuando Natalie Wood y Richard Beymer se veían por primera vez en aquella mítica secuencia del baile.

En definitiva, una buena pero desigual cinta (que en su momento rechazó protagonizar Elvis Presley) con unos inmortales números musicales susceptible de ser ligeramente sobrevalorada... al menos desde mi "más modesta opinión", claro.

Místico

miércoles, 10 de junio de 2009

El acertado tratamiento de un nuevo subgénero

Quizá la grandeza del cine se muestra cuando una cinta sin altas pretensiones y bajo presupuesto alcanza el nivel de película de culto, da lugar al nacimiento de un subgénero y consigue que el American Film Institute la inscriba en su centésimo aniversario dentro de la lista de cien mejores películas de la historia. Este tipo de hechos son los que nos hacen creer en el cine como arte, en las películas como modo de expresión artística cuyo resultado depende más de la calidad del cineasta en cuestión que del dinero que hay sobre la mesa a la hora de firmar los acuerdos. Esto es lo que en el año 1968 nos demostró George A. Romero con "La noche de los muertos vivientes" y este mismo hecho es el que quiero conmemorar hoy.

Una cinta que fue testigo del nacimiento de un subgénero: aquel cine de zombies que, pese a haberse presentado ya en otros proyectos, adoptaba en esta película el tratamiento formal que conocemos hoy día. Una historia sencilla narrada casi a tiempo real cuya fuerza radicaba quizá en el modo en el que la misma se planteaba.

Unos desconocidos se veían obligados a unir sus fuerzas ante el ataque de unos cuerpos sin vida cuyo resurgimiento no terminaba de encontrar una causa verdaderamente fundamentada (pese a que se mencionase en su momento una posible radiación desconocida). La relación que se establecía entre los personajes ya era de por sí compleja y problemática, lo cual, unido a la carencia real de un verdadero lider o héroe entre los mismos, les condenaba ya de antemano a un final ciertamente desolador.

Una irónica secuencia final no exenta de cierta polémica (algunos quisieron ver en ella cierto guiño racista) cerraba una brillante película que supo crear el clima y los ambientes más correctos (acertadísima la elección del blanco y negro) para una historia que, pese a perder su buen ritmo en algunos momentos, sirvió de claro ejemplo para producciones posteriores infinitamente más caras que ella.

Místico

martes, 9 de junio de 2009

La dureza extrema de una vida injusta

Sin duda éste fue uno de los mejores títulos que dio el cine español a finales de los 90. Un título duro como pocos, de una realidad tan extrema que asustaba. Una película que mostraba sin ningún tipo de filtro la dureza de una vida injusta, de una vida que parecía cebarse con algunos desafortunados desde el mismo momento de su concepción.

Un drama que se engrandecía aún más cuando en contraposición a ello Benito Zambrano conseguía emocionarnos a todos al relatarnos una bella historia de amor: la que nacía entre una madre y una hija que lo tenían todo en contra pero cuyo lazo se hacía más fuerte según aumentaban las dificultades.

Soberbios a rabiar todos sus actores, en especial una María Galiana que por fin recogía el reconocimiento que el cine le debía desde hacía tantos años, así como una Ana Fernández que descubríamos con esta cinta y que nos mostraba gracias a ella el enorme potencial que atesoraba. Una excelente labor de fotografía, un correctísimo guión y el mejor trabajo hasta la fecha del director Benito Zambrano convirtieron a esta ópera prima en justa merecedora tanto del premio del público en el festival de Berlín como de todos y cada uno de sus cinco premios Goya.

Místico

lunes, 8 de junio de 2009

La bella puesta en escena del más noble sentimiento

Éste fue uno de esos títulos cuya belleza artística estaba muy por encima de lo que aspiraba a contarnos su guión. Su ambientación, su excelente fotografía y especialmente, todas y cada una de sus canciones, hicieron de "Moulin Rouge!" una bellísima obra que ocho años después de su estreno aún consigue enamorarnos.

Un musical que se valía de éxitos de Elton John, Queen, Madonna o Roxanne para contarnos una historia de amor trágico e imposible entre Nicole Kidman e Ewan McGregor que a muchos aún hoy nos hace sentir. Quizá sea porque ese bello sentimiento quedaba perfectamente plasmado en un universo de colores, no despojados de cierta irrealidad, que resultaba perfecto para transmitirnos la pureza de lo que aquí se nos narraba.

Y cómo hoy es un día especial, quiero compartir desde aquí dos de los números musicales que más hondo me llegaron. Espero que consigan con vosotros lo mismo que en su momento consiguieron conmigo: hecerme sentir y creer en la pureza de aquel sentimiento que algunos llamaron "amor".





Místico

miércoles, 3 de junio de 2009

Respetando la esencia de un libro de culto

La famosa novela de Umberto Eco encontró en esta adaptación cinematográfica un canal perfecto para hacer llegar a aquellos no demasiado aficionados a la lectura una de las mejores novelas de intriga escrita durante los años 80.

Y es que revisando de nuevo la cinta muchas son las cosas que se podrían decir de la obra del francés Jean-Jacques Annaud, entre ellas que su perfecta ambientación (la cual mostraba una Edad Media con toda su dureza y fealdad real), su bellísima fotografía, sus correctas interpretaciones y un brillantísimo guión (levantado en torno a una tenebrosa historia medieval desarrollada entre monjes, abadías y libros prohibidos) se conviertieron en elementos clave para entender el éxito de una película que partía con el handicap de tener que igualar un libro de absoluta referencia.

"El nombre de la rosa" supuso la recuperación para el cine del actor Sean Connery, una estrella de antaño perdida en mediocres producciones que con este título se convertiría en justo ganador del BAFTA de aquel año, así como supuso también el descubrimiento de un Christian Slater que quizá no supo aprovechar para su carrera el espaldarazo de un debut tan brillante como éste.

Desde mi punto de vista, una de las mejores películas medievales de toda la historia del séptimo arte.

Místico

martes, 2 de junio de 2009

La brillante adaptación de una excelente novela

Desde muy pequeño me aficioné a las novelas de Agatha Christie. Realmente me fascinaban aquellos relatos ambientados en mansiones victorianas y donde condes, marqueses, mayordomos, doncellas y jardineros se alzaban como protagonistas de unas historias de misterio que llevaban el sello de la escritora británica hasta en el último de sus párrafos. A lo largo de los años muchos fuimos los seguidores incondicionales de estos relatos, los cuales, llegado el momento de ser adaptados al cine, daban como resultado unas producciones absolutamente mediocres. Creo que sólo dos de estos metrajes supieron recoger el brillante clima que la escritora británica impregnaba en cada uno de sus textos. "Asesinato en el Orient Express" fue sin lugar a dudas uno de ellos.

Una película coral plagada de estrellas del cine más clásico entre las que se encontraban nombres de la talla de Lauren Bacall, Ingrid Bergman, Anthony Perkins, Sean Connery, Vanessa Redgrave o Jacqueline Bisset. Todo un elenco de celebridades envueltas no sólo en unas excelentes interpretaciones (Oscar para Ingrid Bergman) sino en un clima y un tratamiento tan brillantes que supieron recoger la esencia y el misterio propios de la famosa escritora como ninguna producción había conseguido hasta la fecha.

Uno de los mejores finales de todas las novelas de Agatha Christhie engrandecía aún más una cinta que nació para ser grande y que no defraudó en ningún momento a todos los que amábamos aquellas famosas novelas de misterio. Lástima que el resto de adaptaciones no supiesen estar a su altura...

Místico

lunes, 1 de junio de 2009

Falsa belleza

Existe una rosa conocida como "American Beauty" que se cultiva artificialmente con el único fin de mostrar una apariencia perfecta. Con esta misma filosofía Sam Mendes construyó en el año 1999 una obra ganadora del Oscar a la mejor película cuya finalidad se basaba en mostrarnos precisamente eso: la supuesta perfección de una familia americana de clase media cuya excepcionalidad tan sólo se mostraba en su simple apariencia.

Frustraciones, complejos, infidelidades, rechazo de la propia identidad sexual... Muchas cosas que quedaban ocultas bajo una apariencia de familia perfecta y todas ellas tratadas de un modo tan acertado que el resultado final haría las delicias de una grandísima parte de la crítica. Sus personajes se debatían entre su propia liberacíon personal y la imagen que por el contrario querían mostrar de ellos mismos. Una cinta que nos hablaba de la represión, de la soledad y el vacío de la conformidad, de la necesidad de escape ante una vida no deseada. La misma vida que podría ser bella si se enfocara desde una perspectiva diferente, tal y como bella resultaba una simple bolsa de plástico bailando al viento, porque a veces, en lo más sencillo, se encontraba la auténtica belleza.
"American Beauty" representó el primer papel protagonista para un secundario de lujo: Kevin Spacey. Un actor que ya nos había sorprendido anteriormente en títulos como "Seven" o "Sospechosos habituales" y que aquí se alzaría con uno de los cinco Oscar que conseguiría la cinta (el segundo de su carrera).

Recientemente Sam Mendes estrenaría "Revolutionary Road", una excelente película de temática similar a "American Beauty" que sirvió para confirmar algo: que nadie como él entendía mejor qué era aquello de la "falsa belleza"

Místico