martes, 30 de junio de 2009

Nada más peligroso que algunas obsesiones

Veintidós años después de su estreno "Atracción fatal" continúa teniendo fuerza. Posiblemente porque los temas que aquí se tratan difícilmente pasarán algún día de moda o tal vez porque consigue hacernos reflexionar sobre el por qué de ciertos comportamientos que no por peligrosos se dan en menor medida.

Cierto es que lo que aquí plasmaba Adrian Lyne estaba llevado hasta el más absoluto extremo, un hecho que, pese a provocar que la cinta no brillase como podría haberlo hecho, no fracasaba en su intento de que los espectadores se identificasen con unos personajes que permanecieron en el subconsciente colectivo durante un buen número de años. Este enfoque tan extremo provocaba que se indagara menos en la psique de los protagonistas, especialmente en el interesantísimo personaje de una soberbia Glenn Close (de la que se presiente hay tanta historia detrás que daría para varias películas) y se optara por convertir el final del metraje en un thriller demasiado efectista que empobrecía la profundidad de la obra completa. Curioso resulta conocer que existió un final alternativo mucho más realista que desde mi punto de vista hubiese encumbrado esta cinta muy por encima de la posición que ocupa hoy día. En aquel momento primó el interés comercial por encima del valor argumental y se escogió el final equivocado. Uno de esos errores dados en el mundo del cine que a día de hoy aún hay que lamentar.

Una película nominada a seis Oscar donde Glenn Close, Michael Douglas y Anne Archer compusieron uno de los triángulos amorosos más creíbles de los irrepetibles años 80.

Místico

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