miércoles, 18 de marzo de 2009

La vuelta de un viejo género

El musical es sin duda uno de los géneros más "especiales" de todos cuantos componen el arte del cine. No son excesivamente habituales en nuestros días, por lo que el efecto de visionar alguno de ellos se hace algo extraño para aquel que no está excesivamente acostumbrado al cine clásico. El "interrumpir" una historia para cantar una canción o marcarse unos números de baile puede resultar incluso incómodo para el profano en este género. Sin embargo, en determinadas ocasiones, surgen largometrajes como éste cuyos numeros musicales no sólo están plenamente justificados, sino que además hacen avanzar la historia, la continúan...

"Chicago", la película de Rob Marshall ganadora del Oscar en 2002, es un buen ejemplo de esto último. Un musical "necesario" cuya entretenida trama continúa en cada uno de sus números musicales. Un buen ritmo para una buena película que supuso el espaldarazo definitivo para Renée Zellweger y Catherine Zeta-Jones (a esta última de hecho le valió el Oscar) y el relanzamiento de un Richard Gere que llevaba ciertamente anquilosado desde su inolvidable "Pretty Woman".

La cinta, que se hizo con seis de los 13 Oscar a los que aspiraba (entre ellos el de mejor película) ironizaba sobre la frivolidad de la fama y de los medios de comunicación, de una fama a la que resultaba muy sencillo llegar (tan sencillo como matando a un hombre) y de unos medios sensacionalistas que olvidaban a sus estrellas con la misma rapidez que las encumbraban, conviertiéndolas de este modo en verdaderas víctimas de su propia soberbia y ambición. Un musical con ciertos toques de humor negro totalmente recomendable incluso para aquellos no demasiado acostumbrados a este género.

Místico

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