martes, 28 de abril de 2009

"Anoche soñé que volvía a Manderley"

Pocas veces un personaje ha tenido tanto peso en una película sin tan siquiera aparecer en ella. En 1940 Alfred Hitchcock presentaba al mundo "Rebeca", una inquietante cinta (la primera de la larga lista que rodaría en tierras americanas) que marcaría un importante punto de inflexión en la mítica carrera del director ingles. "Rebeca" llevaba el sello del director británico hasta en el último de sus fotogramas, una historia de intriga y suspense que nos presentaba a una mujer (Joan Fontaine) que tenía que vivir en una mansión bajo el peso de un solo nombre: Rebeca, la primera esposa del hombre con el que acaba de contraer matrimonio. Un peso que se magnificaba más si cabe a través de dos elementos clave en su tremenda angustia: aquella fantasmal mansión conocida bajo el nombre de "Manderley" y un personaje absolutamente inquietante: la oscura ama de llaves encarnada por Judith Anderson.

La presión que el personaje de Rebeca ejercía en la protagonista se hacía aún más clara si tenemos en cuenta que, ni en esta película ni en el libro en el que se basaba, se pronunciaba en ningún momento el nombre de la misma. Un peso similar al que la película tendría en nuestro país. Prueba de ello fue, por ejemplo, que el nombre "Rebeca" pasó a utilizarse para denominar al tipo de chaqueta que la protagonista lucía a lo largo del metraje.

Un película ganadora de dos Oscar (mejor película incuída) que, pese a su final sorprendente, considero perdía cierta fuerza según avanzaba en su metraje. Aún así, y aunque sólo sea por su buen arranque, "Rebeca" es ya todo un clásico merecedor de todos los honores.

Marcho a comprar a Levis-Store. Buena tarde a todos.

Místico

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