lunes, 27 de abril de 2009

Cuando el amor se convierte en pesadilla

Cuando se cuenta una historia en la que el maltrato de género se convierte en la clave argumental de la misma, ésta se puede plantear de varias formas distintas. Quizá la más compleja de todas, la más polémica y atrevida (pero posiblemente la más acertada) sea la que Icíar Bollaín utilizó, allá por el año 2003, en "Te doy mis ojos". Una cinta que iba más allá de los actos en sí, que profundizaba en la psique de cada uno de los personajes y que, lejos de buscar culpables, indagaba en las causas que existían tras una conducta tan absolutamente desgarradora. Aquí no había "buenos" ni "malos", aquí se entendía que en situaciones como ésta tanto maltratado como maltratador son auténticas víctimas de una dependencia mutua absolutamente destructiva.

Un título que no sólo se centraba en sus protagonistas, sino que investigaba el papel que desempeñaban todos aquellos que rodeaban a la trágica pareja. En palabras de su propia directora: "Te doy mis ojos" habla también de una madre que consiente, una hermana que no entiende, un hijo que mira y calla, unas amigas, una sociedad y una ciudad como Toledo que añade, con su esplendor artísitico y su peso histórico y religioso, una dimensión más a esta historia de amor, miedo y poder.

Todo un ejercicio de maestría argumental que no pasó indiferente a los miembros de la Academía (ganadora de siete premios Goya, incluyendo mejor película). Una Laia Marull y un Luis Tosar absolutamente convincentes en una obra que huía del dramatismo fácil y que demostraba que el talento de su directora no se limitaba a terrenos puramente interpretativos.

Místico

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