martes, 12 de mayo de 2009

"La vida es como una caja de bombones"

Fue considerado durante muchos años el alumno aventajado de Steven Spielberg, aquel director que supo como ningún otro captar el espíritu y la esencia del realizador judio en cada uno de los proyectos que llevaba a cabo. Y es posible que sea así, pero yo personalmente considero que las comparaciones resultaban exageradas. Cierto es que Robert Zemeckis entendía como pocos que el cine comercial y la calidad de las propuestas no tenían que ir reñidas en una película, pero de ahí a compararlo con el Rey Midas de Hollywood había algo más que un paso. No obstante una cosa estaba más que clara: Zemeckis tenía (y por supuesto sigue teniendo) mucho pero que mucho talento. Lo demostró en títulos como "Regreso al futuro", "La muerte os sienta tan bien" o "Naufrago", pero posiblemente con ninguno de ellos recibiría el reconocimiento que en el año 1994 consiguió con su inolvidable "Forrest Gump".

Basada en la novela homónima de 1986 (la cual contaba con una secuela que jamás se llegó a rodar para el cine), "Forrest Gump" se presentaba como una cinta de género cómico-dramático cuyas pretensiones iniciales no abarcaban el reconocimiento posterior que más tarde alcanzaría. Una película que ironizaba sobre algunos de los acontecimientos más importantes de la historia de los Estados Unidos, pero siempre enfocados desde el punto de vista de un ser absolutamente especial, alguien que apenas entendía la relevancia que estos acontecimientos tenían, debido principalmente a un cociente intelectual inferior a cualquier media. Un actitud que le llevaría irónicamente a convertirse en todo un héroe impulsor de las masas, en gran parte por esa naturalidad con la que había vivido aquellos importantes capítulos de su extraña vida. Un "perdedor" que se convertía en héroe en una película con un destino ciertamente similar, y es que lo que había nacido como un producto de consumo rápido se terminaría convirtiendo aquel año en la absoluta triunfadora de los premios Oscar.

Las claves de su éxito fueron varias. Por una lado estaba la tierna historia que nos contaba, la cual conseguía con relativa facilidad que acabáramos encariñándonos de un personaje principal que, pese a vivir verdaderas tragedias, parecía no perder nunca la ilusión por aquello que sentía en cada momento. Un ser dotado de una infinita inocencia, así como de una sensibilidad e inteligencia emocional absolutamente opuestas a su capacidad intelectual. Que la cinta fuese protagonizada por un Tom Hanks en estado de gracia (un año después de experimentar aquel espectacular giro en su carrera con la "Philadelphia" de Jonathan Demme), así como por una siempre atractiva Robin Wright (la cual se prodigaba y se sigue prodigando poco) atrajo también a muchos espectadores a las salas. Aspectos técnicos tales como la inclusión de los actores principales en imágenes históricas reales (técnica que posteriormente sería utilizada en otras películas y series para la televisión) también era otro de sus puntos fuertes, pero sin duda el factor clave para entender su éxito fue aquella avalancha de premios Oscar (y sobre todo de nominaciones) con los que la cinta sería reconocida al año siguiente de su estreno en las salas americanas.

Un curiosidad: el debut en esta cinta de un jovencísimo y desconocido Haley Joel Osment (hijo de Forrest) al que aún le faltaban cinco años para encarnar al personaje que le daría para siempre la fama mundial, cuando pasaría a ser más conocido como "el niño de El Sexto Sentido"

Una película que nos enseñaba a reir y a llorar a partes iguales, quizá porque en eso mismo consistía la vida. Y es que como bien decía el propio Forrest al comienzo de este metraje," La vida es como una caja de bombones. Nunca sabes lo que te va a tocar"... Subrayo sus palabras.

Místico

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