miércoles, 26 de noviembre de 2008

La maestría de una obra perfecta

Han pasado más de siete años desde que un joven Alejandro Amenábar, acompañado en todo momento de una sonriente Nicole Kidman, presentara este título en el festival de Venecia, un festival en el que la cinta no recogería ningún premio pero sí excelentes críticas. Poco tiempo después "Los Otros" llegaba a las salas españolas. Recuerdo incluso el día del estreno (principios de septiembre del año 2001) y lo recuerdo porque ésta de la que hablo hoy es, simplemente, MI PELÍCULA FAVORITA.

Alejandro Amenábar ya había dado muestras de su enorme talento en "Abre los ojos" y, en cierto modo, también en "Tesis". Lo que hizo aquí, sin embargo, estaría fuera de cualquier posible comparación, porque estamos hablando simplemente de algo irrepetible, de lo más próximo a lo que entenderíamos en el cine actual a "una obra perfecta". Perfecta en su guión, completamente cerrado y sin ningún tipo de
fisura; perfecta en su ambientación (¡lo que debe agradecer aún Alejandro la visita que hizo a tierras santanderinas donde encontró el caserón!); perfecta en su casting y en sus interpretaciones (y eso que "a priori" el que escribe no confiaba mucho en la Kidman para este papel); perfecta en su fotografía (Nunca Aguirresarobe estuvo tan acertado); perfecta en esa banda sonora que construyó el propio Amenábar y que, injustamente, no ganó el Goya ese año; perfecta, simplemente perfecta. Un ambiente, una textura, una caracterización que recordaba tíulos de antaño, cuando Hollywood nos enseñaba al mundo entero lo que era hacer buenas películas.
Dicen que Amenábar, un años antes, había salido llorando de una sala de cine. Y salía de este modo porque acababa de ver la última obra de un desconocido en aquel momento M. Night Shyamalan protagonizada por Bruce Willis (¿Es necesario decir el título?). Y lo hacía porque creía que alguien se le había adelantado, que alguien le había quitado la idea que él mismo había comenzado a fraguar allá por el año 1998, cuando aún resonaban los ecos de su inolvidable "Abre los ojos". Ocho años después ya sabemos que no tenía motivos para hacerlo, porque si bien es cierto que ambas cintas compartían ciertos nexos, también lo era que los puntos de vista en el que estaban tratadas eran totalmente distintos. Pero claro, quién se lo decía en ese momento...

Místico

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