miércoles, 8 de julio de 2009

Un canto a la libertad en tiempos de guerra

A lo largo de los años siempre he creído que el cine italiano es uno de los mejores que se hacen en el planeta. Títulos como "Cinema Paradiso", "La Vida es bella" o aquel del que vengo a hablar hoy ("Mediterráneo") no han hecho más que confirmar mi teoría.

Un enfoque tremendamente distinto de la guerra cinematográfica por excelencia (La Segunda Guerra Mundial) representado por un grupo de soldados que encontraban en una pequeña isla griega no sólo el motivo para desertar de una guerra en la que ya no creían, sino especialmente el sentimiento de haber encontrado su propio paraíso, el lugar en el que eran plenamente felices en una etapa histórica que les empujaba a hecer la guerra, cuando ellos lo que ansiaban era no parar de hacer el amor.

Lejos de frivolizar algo tan serio como una guerra, "Mediterráneo" se alzaba como un canto a la libertad, un título que nos enseñaba que todos los humanos éramos en definitiva ciudadanos del mundo y que nunca podríamos saber en qué rincón del planeta encontraríamos el verdadero sentimiento de hogar.

Una fotografía de exteriores bellísima, unas más que dignas interpretaciones y un divertido guión, que perfilaba unos personajes de los que uno terminaba encariñándose, convirtieron esta película en justa ganadora del Oscar a la mejor película de habla no inglesa del año 91, confirmando además que en Italia, como en pocos países del planeta, sabían lo que el cine bien hecho podía llegar a representar.

Místico

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